Cada elección de la gente que acompañará en el gobierno de Trump traía ácidos comentarios, chascarrillos y rumores de parte de la prensa. Como si Trump fuera un idiota, pero era muy consciente de lo que hacía (está manejando al país como si fuera su rancho). El conflicto de intereses de algunos de sus elegidos de Trump se lo pasan por el Arco del triunfo sin pudor. Así tenemos que uno de ellos es amigo de Putin, por ejemplo, y está vinculado a una empresa petrolera. Otro trabajaba en el JP Morgan, entidad cuestionada en plena crisis cíclica del sistema capitalista. Otro de los elegidos se jactaba de construir un muro en la frontera con México. Así de variopintos son estos tiburones de nuevo cuño. Lo curioso es que prensa se tiraba de los cabellos ante cada nombramiento – al menos aquí en esta parte de la península. Pero esta actitud es de un gran cinismo y de cierta doblez de los medios de comunicación. Aquí en España, por ejemplo, el ministro de Economía estaba vinculado laboralmente, que curioso, al JP Morgan. El actual presidente de gobierno conservador nombró como ministro de Defensa a un empresario vinculado a la venta de armas y se quedaron tan panchos. Un expresidente de Gobierno está sentado en el directorio de una empresa de energía, así sin más (en peruano, con toda la concha del mundo) y no se ruboriza – hasta se permite dar consejillos a la vida política sin causarle ningún sonrojo. Nadie dramatizó con esos nombramientos (se pataleó un poco, pero no lo suficiente), es que los españoles y españolas tienen tragaderas muy anchas. Pero los peruanos tampoco nos quedamos atrás (lo de las tragaderas es del ancho del Amazonas en la parte de Brasil, que es el punto más ancho de este río), el actual ministro de Economía, ha sido funcionario, otra vez la puñetera empresa, del JP Morgan. El mundo está gobernando por el pensamiento utilitarista mal encaminado por el mercado que exacerba el triunfo personal sin complejos y a toda costa. El actual jefe de Estado ha estado vinculado a intereses financieros y nadie se ruboriza ni cuestiona sobre su imparcialidad – a pesar de saber del pie que cojea. Ya ni digamos el caso de la empresa ODEBRECHT que enloda a casi toda la casta de la política peruana desde los años noventa. La vida pública se ha deteriorado desde hace mucho tiempo. Está muy claro se aúpa al carro de ella para hacer dinero y no del interés común. Se ha envilecido. Es que ante los escándalos y nombramientos solemos, rápidamente, ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio.

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