En la cuadra dos de la calle Arica hay una cola inmensa y no es para pagar servicio telefónico ni eléctrico sino para comprar entradas al cine. En una de las calles de la capital amazónica de América, así nos llaman algunos, se produce un asalto mientras en las oficinas policiales los altos mandos afinan detalles para participar en un foro sobre seguridad ciudadana y los asaltos y robos aumentan de manera inversamente proporcional al recupero de lo robado. En una de las veredas de lo que se conoce como el pulmón del mundo unos motocarristas desenfadados juegan a los naipes como matando el tiempo para despejar la mente de esa feria que siempre les será esquiva. En el hospital de lo que con mucho eufemismo se llama la seguridad social los trabajadores de la entidad realizan mucho esfuerzo para sortear las dificultades diarias que la falta de medicina y camas provoca. En las redes sociales la gentita espera y desespera porque unos candidatos no saben si son o no son, aunque en verdad la candidatura es lo de menos porque hace tiempo que en este mundo las elecciones no sirven para elegir al mejor sino al que más insulta, promete o desvaría.  En la capital de la República los magistrados determinan que un expresidente con su esposa deber ser liberados luego de permanecer nueve meses en prisión y los amores y odios se ponen a la luz porque la justicia depende del cristal con que se mire. En los pasillos gubernamentales aún se comenta que el aumento de los pobres en la patria no se convalida con la cantidad de presupuesto destinado a la lucha contrala pobreza. El Parlamento de la República luce un poco desierto porque los congresistas provincianos han viajado a su lugar de origen para «conocer los problemas de los ciudadanos que los eligieron» y aprovechan la cita mensual para replicar lo que todos los días hacen en ese poder del Estado, es decir hablar de todo y no solucionar nada. No porque sean deficientes, claro está, sino porque son parte de un sistema que nació antes que ellos. En una calle de la hacinada Belén un esposo tiene que velar a la madre de sus hijos porque la TBC le ha provocado la muerte mientras especialistas de la seguridad social la esperaban para darle el tratamiento que su estado de salud ya no permitió. En los pasillos de la entidad que está encargada de investigar el delito tanto mujeres como hombres cuchichean risueñamente sobre las acusaciones de acoso en la que están enfrascados superiores y subalternos y uno solo se pregunta, será cierto todo esto? Y así puede seguir la relación de acontecimientos que provocan desazón y desesperanza. Pero no. Eso no puede seguir así. En el auditorio del Colegio Nacional de Iquitos los escolares están ávidos por escuchar a una escritora de apenas dieciséis años que ya va por el tercer libro publicado y grita a los cuatro vientos que leer es estar adelante y que escribir produce una felicidad indescriptible. Esa misma escritora afirma en el auditorio de un colegio de mujeres que está escribiendo su cuarto libro y que todas deben hacer lo que deseen y llenarse de felicidad. Esta adolescente contagia su candidez y brillantez porque hay una coincidencia general en todos: leer es la experiencia más fascinante. Vale la pena soñar, vale la pena darse vuelta por la ciudad y no detenerse en las cosas que nos provoca desazón sino saber que hay tiempo para la lectura y la felicidad.