Para George Steiner “la crisis de los recursos poéticos comenzó, a finales del siglo XIX. Surgió de la conciencia de la brecha entre el nuevo sentido de la realidad psicológica y las antiguas modalidades del discurso retórico y poético”. Como abertura queriendo rebuscar la sensibilidad que traspasaba la realidad de la modernidad, una serie de poetas rompieron con las reglas estructurales de la sintaxis y la definición poética que hasta entonces abarcaban los techos cerebrales de la época. Rimbaud, Lautréamont y Mallarmé se esforzaron por restaurar el lenguaje en un estado fluido, provisional; esperaban devolver a la palabra el poder de encantamiento. En sus poemas los efectos parecen venir antes que las causas y los sucesos que se producen con una simultaneidad inconsecuente. La poesía se renovó a tal punto que convirtieron las palabras en actos, no de comunicación, primordialmente, sino de iniciación a un misterio privado. Este desembarco del misterio privado no solo se efectuará en esos poetas ávidos de renovación sino que tal concepto llegó vigente hasta la post modernidad, renovada por causas del industrialismo, invasiones, existencialismo y vacío intelectual que tomará sus cartas en la poesía de toda una generación abierta a la realidad que buscaron en la poesía la más alta forma de expresión, no de lo que ven los ojos exteriores, sino lo que ve los ojos del alma humana en sus crisis por existir en cualquiera de los mundos. Urcututu, grupo literario conformado por Ana Varela, Percy Vílchez, Carlos Reyes, fue signo de motivación que ayudó a emparejar el gusto estético de la poesía con las nuevas generaciones,
El grupo Urcututu tiene algo en común: la diversidad de sus orígenes. Es la conciencia de la separación como una nota constante de nuestra historia espiritual. Su temática gira en la búsqueda de la modernidad poética que tiene un paralelo histórico en las repetidas y diversas tentativas de modernización de la poesía de nuestro país. Es una tendencia que nace sobre el hombre amazónico, lo que vive, lo que vivió; el pasado amazónico y el presente están impregnados en sus obras como una declaración de lo que ha sido y sigue siendo el hombre en la Amazonía. El hombre amazónico en la urbe o en la ruralidad está presente en libros como “Andante de Yarinacocha” o “Santuario de peregrinos”, de Percy Vílchez, en “Mirada de búho” o “Animal de Lenguaje” de Carlos Reyes o en “Lo que no veo en visiones” o “Dama en el escenario” de Ana Varela. Estos poemarios no solo guardan lo mejor de la poesía amazónica sino que en ellos también se expresa la conciencia de un pueblo que por años permaneció aullando algunas enanas voces de denuncia y protesta por los males que siempre aquejaron al hombre amazónico y que ahora se puede dar fe de ellos mediante el arte de la poesía. No fue la obra de un grupo de ideólogos decididos a implantar unos principios derivados de una teoría política, fue un sacudimiento intenso que mostró a la luz lo que estaba escondido. Por esto mismo fue, tanto o más que una revolución, una revelación. Urcututu buscaba al presente afuera y lo encontró adentro, enterrado pero vivo, en la propia Amazonia. La búsqueda de la modernidad los llevó a descubrir nuestra antigüedad, el rostro oculto de la Amazonia. “La moda”, como nos recuerda Leopardi, “es la madre de la muerte”, y es que en los poemarios de los Urcututu no existe moda poética, porque lo que se busca es resaltar la nueva literatura que logra probar un cúmulo de referencias aceptadas a través de las épocas en la Amazonía. Se trata de una postura que reconoce su deuda con el arte poético que siempre fue falange y anarquía estética antes de aquellas apariciones poéticas que le dieron a la poesía amazónica un panorama y conciencia. Sus prioridades son esenciales, tienen necesidades de decir lo que se debe saber, usando lo mejor de los recursos estilísticos, y llevando siempre una marca de originalidad dentro de un escenario poético nacional y generacional. Los poemas de los Urcututu encarnan, toman cuerpo a través de una singular puesta en acto que es su razón de ser. El arte poético es un atributo de su ser.
Percy Vílchez Vela, en toda su aventura de pequeño dios sabedor de todo, niega la historia occidental, el origen hebreo; desenmascara las rutas ambiciosas de andantes de antiguas empresas, reniega de la falsedad de hechos pasados con la cual se ha pretendido defender lo indefendible y que el poeta lo lleva a su tinta y canta la verdad de las sucesos que en sus tiempos de estudiante, le fueron negados. Desde este punto de la negación del pasado, el poeta reconstruye la historia, ubicándose su lugar poético en la Amazonía. No se dejó contaminar de la poesía elogiante y exótica de sus antepasados, sino que le da a loa poesía de su generación la función vital de la reconstrucción, de mapa del pasado para entender su presente y su futuro. La poesía histórica es vital en Percy Vílchez y que lo compone en orquestas poéticas para luego no dejar de dudar de la poesía y su nueva función que el poeta le había asignado. El silencio del pasado se rompe y la luz de los verdaderos sucesos se convierte en arte, arte histórico, poesía crónica, para complementarse con el tiempo, su tiempo presente, que es la otra visión poética de Percy Vílchez: en el hombre ribereño de la actualidad y su afilado drama en los tiempos de globalización.
Carlos Reyes ratifica su desarrollo poético que accede a los recuerdos, que impide que caiga en el abismo, y que lo rescata en la palabra para dar fe de su paso por el mundo. Su profunda retórica se reanuda en su intimidad con la hora de la ciudad hasta dar con el movimiento que impulsa cada acto que se presenta como una extrañeza en el imaginario, que va produciendo un espacio en la que el sujeto contacta la unidad del verso con la realidad. Su obra representa la conciencia poética de un pueblo que esperó ser salvado de la barbarie, uniendo aquellas fronteras equinocciales de lo abstracto donde se opaca la simpleza, aparentemente de su lenguaje, elevando ese a unos altos niveles de originalidad con el uso de sus recursos adjetivales puros y limpios de hojarasca. No se pierde en gastar falsas representaciones de un mundo moderno, sino que su afirmación. Desde su perspectiva, el poeta reimprime la capacidad de elevar el poema hasta su sentido exacto. Puro y descubierto, su lenguaje natural se ve direccionado ante lo que todavía significa pureza en la naturaleza. El poeta siempre presente ante los cambios y la naturaleza, los poemas se mueven en dos orientaciones resaltantes de un mundo con dos movimientos.
Lo que marca la poesía de Ana Varela es su profundo sentido de nostalgia en las descripciones de un momento puro, con un sentido claro del recuerdo que nos deja el tiempo como marca de ser culpable en el acercamiento profundo de una realidad que la poetisa contempla en su búsqueda desencantada. Es su voz que habla desde el lugar donde la frustración es parte del ser y la vida existe enfrentándose a los caprichos de la naturaleza. Ana Varela expresa sus emociones mediante la pureza de la vida en palabras poéticas huyendo siempre de las atmosfera del dolor. Su viaje que se mueve por distintos lugares de la Amazonía, por donde las nuevas generaciones representan el nuevo cambio de las ciudades mediante la emigración. La soledad aparece como un elemento de la degradación de ciertos valores por los orígenes y corren a experimentar nuevos cambios que no representa pasado, sino que su camino le lleva hacia un acto intenso del mundo moderno y abierto a todas las posibilidades de vida.