ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

Twiter: @JaiVasVal

¿A dónde queremos llegar? ¿Qué está pasando? ¿El hombre es lobo del hombre? Fíjense. En el “Queirolo” del centro de Lima hay una foto del grupo Hora Zero. No están todos los que son. Ni son todos los que están. Es una foto que marca época. Tomada cuando al periodista Chema Salcedo se le ocurrió reunir a los horazerianos para un reportaje radial. “Abajo el patriarcado, se va caer, se va caer… ahora que estamos juntas nos va a ver, nos van ver”, se escucha gritar a varias mujeres mientras colocan rostros de damas sobre los rostros de los poetas que, evidentemente, no pueden hacer nada. Acciones similares se han repetido en los últimos días en diversas actividades. Periodísticamente es incorrecto cuestionar esas acciones violentas. De hacerlo, las mismas mujeres se lanzan con todo hacia las voces discrepantes. Es intolerancia y no podrá conducir a nada. Veo el video -de circulación limitada, por razones obvias- y creo que la intolerancia se ha apoderado no sólo de lo políticamente incorrecto sino que en nombre de la libertad provocamos las acciones más contrarias a ella.

Mientras no salgo de mi asombro, recurro al Génesis, 5 y 6. “El SEÑOR vio la magnitud de la maldad humana en la tierra y que todo lo que la gente pensaba o imaginaba era siempre y totalmente malo. Entonces el SEÑOR lamentó haber creado al ser humano y haberlo puesto sobre la tierra. Se le partió el corazón”. Tiene que partirnos el corazón porque no todo puede ser malo, eternamente malo. La humanidad se explica por la acción de los humanos. Se ha escrito hace siglos que los males de la humanidad son inherentes a la propia humanidad. Ya nada nos sorprende.

Pedro Olaechea, tránsfuga como la mayoría de los que están en el Congreso, ha sido elegido Presidente del Parlamento. Su elección era impensada tan solo una semana de la misma. Luego de jurar el cargo, le ha llovido sobre mojado. Representa a la Sociedad Nacional de Industrias, se dice en su contra. Ingresó por el grupo PPK, fue nombrado Ministro de la Producción, se alejó de la agrupación que en ese momento gobernaba y andaba en el limbo bajo el membrete del Partido Liberal. Así como él, varios congresistas tienen más bancadas que los años en el Parlamento. Olaechea, sin duda, representa a la clase política actual. Qué tal clase. El representante de un poder del Estado ha dicho: «Yo he visto cómo un grupo de personas [de izquierda] destruía al Perú, cuando el agro peruano era uno de los más rentables del mundo [en los años 60]. Si me preguntas por qué nunca he sido de izquierda, es porque a la izquierda la asocio con la estupidez y la torpeza. Lamentablemente es lo que he visto». Lo dijo en la revista “Cosas” mucho tiempo antes de ser elegido. Se lo recordaron los que se sintieron derrotados. Así piensa ese señor, si es que se puede llamar a eso pensamiento. Así no se construye país, sociedad.

“La caza de brujas de Mc-Carthy, que expulsó del gobierno estadounidense a los simpatizantes de la izquierda, privó al Departamento de Estado de los funcionaros de Exteriores que más sabían sobre Asia, y el ministerio quedó sumido en una ignorancia extraordinaria, en especial sobre Vietnam”. Así se señala en el extraordinario y documentado libro del periodista Max Hastings, “La guerra de Vietnam – una tragedia épica” que en 910 páginas ilustra apasionadamente lo que fue la derrota de Estados Unidos en Vietnam. No se puede prescindir de nadie por su orientación política e ideológica. Lo que padeció Estados Unidos antes, durante y después de la guerra de Vietnam, se explica porque desde las “mentes más lúcidas” de dicho país se consideró que el comunismo no sólo era dañino sino que había que desterrarlo. Un ejemplo más de intolerancia en un mundo donde se grita a los cuatro vientos la multiculturalidad y se desprecia y discrimina a los seres humanos cuando ejercen un pensamiento crítico.

Según reseña el diario EL PAÍS, el actor Guillermo del Toro, luego de haber inaugurado su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood, con la bandera mexicana en la mano, el ganador del Oscar definió los días actuales como de gran miedo y división. Antes había pedido «no tener miedo» porque el miedo «estos días se usa para generar división, para decirnos que somos diferentes, que no debemos confiar los unos en los otros. Éstas mentiras hace que sea más fácil controlarnos y que nos odiemos unos a otros». Propone como antídoto «la unión, el conocimiento de que esas divisiones son fantasías. Fantasías en las que viven los políticos o la Iglesia».

En Iquitos, donde también tenemos voces múltiples, basta repasar los últimos acontecimientos para comprobar que la intolerancia se ha apoderado de nuestra clase dirigente. Ya ni siquiera entre bandos contrarios sino de un mismo bando. Aleatoriamente analicemos la interna de los municipios y otros entes y encontraremos una guerra terrible por un poder que siendo efímero parece que es maligno. O, también, despierta las maldades de los seres humanos. Así no hay forma de avanzar. No es que estemos detenidos en el tiempo sino que retrocedemos porque los demás avanzan. La intolerancia se ha mezclado con mediocridad en una alquimia perfecta para autodestruirnos.

De todas partes del mundo nos llegan más divisiones. Se dirá que son los signos de estos tiempos. Que en aquello que antaño se definió como la aldea global donde existían voces múltiples en un solo mundo se va convirtiendo en centro de enfrentamiento. Somos parte de esa aldea y teniendo varias voces no somos capaces de unirnos para un objetivo mayor.