La oleada social en contra de la inversión minera en el sur de Perú parece que se convertirá, si es que ya no lo está, en un descontento generalizado que haga peligrar los cimientos endebles de este gobierno. Una imagen tan precaria como la que tiene Ollanta Humala y un respaldo político endeble, tanto en el Congreso como en espacios sociales y medios con operadores de bajo peso, será una amenaza cada vez más velada.
Una amenaza para el fin de este gobierno. Porque una cosa es tener una imagen endeble a mitad del periodo la cual se puede recuperar por ese ánimo del fin de periodo, algo que paso con Alejandro Toledo cuando llegó a un dígito de aprobación y el APRA pedía su vacancia. Al final no salió con gloria, pero tampoco con mucha pena y por esas cosas que sólo pasan en el Perú incluso quiere ser presidente otra vez.
En el caso de Humala casi siempre durante sus últimos cuatro años su aprobación se encontraba por encima de los 20 puntos. El piloto automático en torno a la economía, dicen algunos, sostenían esta imagen y esta cifra, pero con la convulsión social la cosa parece tornarse color oscura para la pareja presidencial y deben estar temiendo que lleguen a un dígito a unos meses de la campaña electoral plena.
Un gobierno puede ser obtuso cuando tienen aliento para poder recuperarse con acciones populistas a fin de su mandato, pero cuando el gobierno está de salida y se le presenta un cargamontón sostenido la cosa es más que peligrosa para la gobernabilidad, peor aún si todo apunta por angas y por mangas que la desaparición de Martín Belaunde está ligada a las decisiones de Palacio de Gobierno.
Lea esta columna en www.federicoabril.blogspot.com