[Perdimos un patrimonio cultural en un siniestro que pudo evitarse].
Escribe: Rubén Meza Santillán
Incendio provoco una serie de reacciones y opiniones en la ciudadanía, incluso a través de las redes sociales, quienes no entienden como así se pudo perder un edificio emblemático de la ciudad de Iquitos, cuya vista desde el boulevard era una de las preferidas por su belleza.
Eran las 9.30 de una noche fresca, estos últimos días están lluviosos. Y el lunes tenía esas características. Pero de pronto la gente comenzó a caminar a paso ligero y con rostros asustados. ¡Hay incendio! Decían, pero nadie sabía dar cuenta exactamente de dónde. Incluso hablaban de la plaza de Armas. Y fueron las llamas y el humo que imponentes daban la señal que la tragedia estaba a unos metros del trabajo. Primera cuadra de Nauta.
Al llegar ya unos cinco puestos de venta de artesanía que existía en la zona, ya habían sido devoradas por el fuego implacable. Los dueños de los mismo fueron llegando a la mayoría no le dio el tiempo de sacar siquiera un collar de huayruros. Se oían llantos, gritos de desesperación. Entre los comerciantes hay muchos indígenas. Familias que incluso vivían en el interior reducido de esos stands. Puestos de venta de una feria artesanal convertidas en viviendas.
El origen del siniestro está en investigación, las versiones iniciales hablan de un corto circuito en uno de esos módulos, que estaban hechos de material rustico de la región, con techos de irapay y paredes de triplay que al momento de la desgracia ayudó para que las llamas se extiendan rápidamente por los demás puestos e incluso alcance el edificio del ex Seminario Agustiniano y la capilla de La Consolación.
Ya eran las 10 de la noche y en poco más de una hora algo que parecía fácil de controlar se convirtió en un gran incendio. Se cortó la energía eléctrica del sector como mandan los manuales de emergencia en estos casos, y en la oscuridad las lenguas de fuego dibujaban en todo cielo la calamidad.
Sacerdotes agustinos, empresarios, junto a los bomberos y policías, más los cientos de curiosos que nunca faltan observaban impotentes como se consumía un patrimonio cultural de nuestra ciudad.
Se pronto todo ya estaba en cenizas. Un triste panorama y ambiente de humo, escombros humedecidos parece con agua hervida. Una tragedia que se pudo evitar definitivamente y que debe servir para la reflexión a todos, principalmente a las autoridades de cómo puede terminar una acción irresponsable.
Terminamos el año, despedimos el 2014, aunque suene irónico, con un miércoles de ceniza. Si algo sirve de consuelo es que varias personas y representantes de diversas instituciones han manifestado su deseo de poner el hombro para tratar de recuperar este edificio casi centenario, donde incluso funciono el colegio San Agustín antes de pasar a su actual local de plaza 28 de Julio.