Esa persona de larga barba, cejudo y hostil a las nuevas tecnologías, a hurtadillas lee la prensa por Internet. Le causa espanto. Después de leer le gana la desilusión, es un círculo vicioso putrefacto. Casi todos los días hay un nuevo caso de corrupción. Y los medios de comunicación se desgañitan dos días y luego vuelve a la normalidad. Recuerda que cuando empezó el pinchazo de la burbuja inmobiliaria y la crisis económica, los políticos les dijeron en su cara pelada, que se acabó la barra libre, eso de vivir del Estado, se acabó. Es más, le espetaban a la ciudadanía que abusó de las facilidades del Estado de bienestar, eso se acabó. Fin de fiesta. El leía con perplejidad porque nunca había estado en la fiesta de la barra libre, ni fue invitado ni se ha colado en ella de extranjis ¿dónde era el jolgorio de esos años? Con los casos de corrupción que se han destapado (a veces siente que estos nauseabundos casos, son públicos a posta, para intoxicar más este ambiente) la ciudadanía se está dando cuenta que la fiesta no fue en el lado de ellos, sino a costa de ellos y para aquellos que proclamaron el fin de fiesta, de la casta política. Con obscenas remuneraciones, privilegiados de las puertas giratorias – hoy están en el Estado y mañana en el consejo directivo de una empresa eléctrica, personas ocupando dos o tres cargos públicos y no pasa nada. Poniendo como gastos de representación los gastos frívolos y personales. Pareciera que estos notorios casos de corrupción no les hacen mella, siguen comportándose igual. Miran con cara de cínicos. Aquí no pasa nada, al final, si hay que ajustar el cinturón ya sabemos quienes se ajustarán. El barbado apaga el ordenador y se sumerge en lecturas y sus cavilaciones. Esto no tiene arreglo, lo dice con rostro pesimista y resignado.

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