Todo cambia para que nada cambie

ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

Desde lo que muchos conocen como “La perla del Huallaga” el autor hecha una mirada rápida a hechos mundiales que repercutirán en el planeta en los próximos años. Uno es la reelección del presidente estadounidense Obama y la casi imperceptible crisis en la CIA por un lío de faldas. Otro es la elección de un hombre de 57 años como líder máximo del Partido Comunista Chino y por ende como jefe máximo del Poder Ejecutivo, con ejército incluido. Dos formas de gobernar, dos maneras de elegir a los gobernantes. Pero con un denominador común: mejorar la condición de vida de los pobladores, que es al final de cuentas lo que siempre cuenta.

Modernizándose sin miedo, es decir ingresando a los mercados externos como Estados Unidos, es decir demostrando al capitalismo que cuando se trata de competencia puede ganar el que mejor está preparado. Y vaya que sí lo están los chinos.

En este mundo globalizado y digitalizado nos enteramos de las cosas en el momento mismo que ocurren. Mientras que nuestros abuelos –y en algunos casos nuestros padres- se enteraban de los acontecimientos a través de una enorme radio sintonizando las ondas internacionales de las mismas y se emocionaban al escuchar al locutor de “La voz de los Estados Unidos de Norteamérica” o la dicción correctísima del periodista de la radio colombiana “Caracol” la generación que los sucedió tan sólo con portar un móvil nos enteramos de los acontecimientos. La forma de transmitir las noticias ha cambiado, sin duda. Pero los hechos siguen siendo los mismos, en el fondo las motivaciones son iguales. Y es que todo cambia para que nada cambie. Una rápida mirada hecha mirando el río Huallaga nos llevará a esa comprobación.

Luego de puyas y controversias, como era de esperarse no sólo por tradición sino porque las elecciones norteamericanas siempre serán de interés de todo el planeta, los estadounidenses dieron los votos necesarios para que Barack Obama siga cuatro años más en la Presidencia de uno de los países más poderosos. Para variar, Romney a los pocos días de conocerse su derrota acusó extemporáneamente a su rival de haber entregado ayuda a los damnificados del huracán a cambio de votos. Como para darnos cuenta que en todos lados existen los malos perdedores y que en todas las elecciones los candidatos ofrecen y dan para que los ciudadanos votemos con el corazón y no con la cabeza.

Y como si con las elecciones presidenciales ya no fuera suficiente, a los pocos días el jefe de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), David Petraeus, tuvo que dimitir por un pequeño descuido: Paula Broadwell, quien se convirtió en amante del investigador mientras escribía la biografía de éste, tuvo la impertinencia de escribir unos correos a Jill Kelley –una mujer de Tampa, Florida, que se supone también era amante del jefe de la CIA- pidiéndole que se mantuviera alejada del hoy dimitente. Esos líos de faldas de los gringos son de película, sin duda. Porque en los vericuetos de este “escándalo” ya el libro escaló del puesto 76,792 al 111 en la librería virtual Amazon, lo que seguramente hará rica a Paula, quien no será la única ni la última que termine enamorándose de quien apuntó como pieza bibliográfica y concluyó en encuentros amatorios que, aunque parezca contradictorio, todavía provoca columnas mediáticas en Estados Unidos de Norteamérica donde –no lo olvidemos- un presidente llamado Bill Clinton tuvo relaciones bucogenitales con una practicante que le dio más dolores de cabeza que otros problemas internos y externos. Lo de Paula no llegará a los niveles de Lewinsky, pero nos sirve para demostrar que esa frase “Dios perdona el pecado, mas no el escándalo” se mantiene vigente y que sirve para la sociedad norteamericana como la de otros países.

Por lejanía no sólo geográfica sino ideológica, no hemos seguido los acontecimientos de China, donde hace pocos días asumió la jefatura del Partido Comunista y con ello la Presidencia del Consejo Militar Central. Elegido como tal le toca asumir por espacio de cinco años desde marzo del 2013 la Presidencia de la segunda mayor economía del planeta. Mientras que por estos lares nos quieren vender la idea unitaria del libre mercado y que salvo aquel todo es ilusión de los chinos –a esos que compramos de todo y que han entendido que tienen que mejorar la calidad de sus productos para ser competitivos- han establecido en nombre del comunismo un capitalismo de Estado casi perfecto. Y es que más allá de lecturas ilustradas y análisis complejos –necesarios, es verdad- lo que mantiene vigente a quienes detentan el poder es el resultado que no tiene que ser otro que el de mejorar la condición de vida de los pobladores. Quizás allí radique el éxito de la propuesta china que inició su despegue con un Mao recorriendo el país –que no es poca cosa- y los líderes sucesivos capeando exitosamente invasiones –la de Japón sirvió para unir a los chinos y fortalecer el sentimiento nacionalista en el entendido que se hace fuerte un pueblo cuando tiene ventajas frente a los demás en todo orden de cosas- y modernizándose sin miedo, es decir ingresando a los mercados externos como Estados Unidos, es decir demostrando al capitalismo que cuando se trata de competencia puede ganar el que mejor está preparado. Y vaya que sí lo están los chinos. Sólo un ejemplo: Li Keqiang, el nuevo Primer Ministro es también miembro del Comité Permanente y es Diplomado en Derecho en la Universidad de Beijing y doctor en Economía Rural. Es decir, preparado está, conocimiento tiene, pues paralelamente a su formación política se ha preocupado de formarse profesionalmente. Y no se vaya a creer que China es lo que vemos en tecnología, pues Wen Jiabao, primer ministro que será reemplazado por Li, tiene acusaciones serias de corrupción y no son pocos los que sospechan de la gravedad de las mismas.