Escribe Héctor Tintaya Feria
Tres días y dos noches no alcanzaron para comprar las entradas. No era que el Melgar no sabía organizar una final de futbol era que la mafia en el futbol no es nacional ni provinciana es internacional. Y sus mañas, se repiten en cada lugar donde hay un mercado para el deporte más hermoso del planeta. Y Arequipa no fue la excepción. Miles de hinchas durmiendo en varios puntos de la ciudad donde se iban adquirir una entrada comprobaban que nada importa cuando quieres seguir a tu equipo. Era la antesala de algo más grande.
Y, como fuese, habían las entradas para llevar a mi hijo Santiago y al observar su rostro enloquecido, desaforado gritando el segundo y el tercero, valió la pena todo. El Melgar se coronó campeón luego de 34 años en el estadio Monumental, en el último minuto, poniendo esa fuerza que demostró durante todo el campeonato. No porque lo diga un hincha, pero si este año alguien se merecía el triunfo, ese fue el equipo de todos los arequipeños.
Y como gritaba la barra en todo momento, no estamos de moda para repetir un campeonato cada año. Se consigue después de tantos años y así se disfruta más. Las calles de la ciudad a esta hora están abarrotadas, la gente se concentra en la Plaza para homenajear a sus héroes, miles de familias en torno a una alegría que esperaba durante años. Los triunfos sirven para renovar hinchadas, para sumar fieles, para sembrar en las generaciones y con este campeonato, podemos asegurar que el futuro del equipo está asegurado.
Gracias a los que me hicieron hincha, porque yo encontré al equipo no por herencia o porque alguien de niño me puso la camiseta, yo encontré al equipo con los amigos del barrio entrando gratis con extraños, debajo de la alambrada cuando aún se podía ingresar a los camerinos y conversar con tus ídolos. Encontré al equipo porque en mis tiempos en Arequipa era impensable ser de la U o Alianza (El Cristal no existía). No podíamos se de equipos que veíamos por televisión, el arraigo con este equipo “chico”, para algunos, era nuestra contribución para volverlo grande.
Cuando sueñas ser de un equipo o jugar en él de niño, ese era el que llevarías en tu corazón para toda la vida y así se demore 34 años sabías que tenías que esperarlo. No es moda. Llegar al minuto 90 y romper las cuerdas vocales gritando el gol del campeonato, eso sólo sucede cuando coinciden el amor y la esperanza en el futbol. No sé si vuelva a ver campeonar a mi equipo, espero que sí, pero me basta haber estado en sus dos únicos campeonatos para decir donde vaya que mis colores son rojos y negros.
Y si siembras hay que hacerlo en esos momentos. Esa cara de alegría descontrolada de Santiago es la mejor muestra que sin haberlo propuesto hoy se hizo hincha de un equipo humilde, con poco presupuesto y con extranjeros y foráneos seguramente que sintieron esos colores como suyos. Consolidar a un equipo implica dejar mezquindades y avaricias personales y en ese proceso el Melgar hoy dio un paso importante. Puso su nombre en la copa y de ahora en adelante esos limeños, sus satélites, sus semi hinchas provincianos y sus periodistas que sólo hablan de dos o tres favoritos van a tener que cuidar sus palabras porque ha renacido un grande.