Un poco de la historia editorial de uno de los libros fundamentales en la biblioteca universal.
Escribe: José Rodríguez Siguas
Como parte de la Celebración del IV Centenario del Descubrimiento del Amazonas, en el gobierno de Manuel Prado, el Comité invitó a Arturo Burga Freitas a publicar la segunda edición de «Ayahuasca» en 1941 (libro que apareció en Argentina en 1939), dos años después el mismo Comité publicó «Mal de gente» (1941), novela.
En un balance que realiza Rumrrill en 1981 («Una trocha para la literatura amazónica»), al referirse a los trocheros de la selva señala: «De todos estos autores, Arturo Burga Freitas es quién posiblemente estuvo más cerca de lo que, en nuestra opinión, debe ser el gran sujeto de la narrativa amazónica de las nuevas generaciones: el mito y la cosmovisión indígena como una alternativa de recreación de uno de los valores fundamentales de la cultura popular amazónica. Tanto en “Ayahuasca” como en el “Mal de gente” …explora y recrea desde los límites de su concepción occidental… el universo indígena amazónico que penetra con todo su poder transformador». Burga Freitas se impone como uno de los primeros novelistas amazónicos con una impronta propia, que ya lo había iniciado con su libro de relatos.
Por entonces, la novela escrita por amazónicos no era corriente, autores de otras latitudes habían pergeñados sus novelas como un proceso de aprendizaje, y Burga no podía estar ajeno a esto. Hay que dejar en claro que su aprendizaje era propio de ese momento, y que, por cierto, hasta ahora no tenemos un novelista descollante en la Amazonía, aun cuando ha habido intentos muy importantes. Algunos han considerado «Mal de gente» como «una especie de novela rural, mestiza, donde se desenvuelve el castellano amazónico y la historia queda anclada en el mundo regional» (Vírhuez, «La literatura en Iquitos», 2014). Algo parecido comenta Manuel Marticorena, agregando que el castellano incipiente de los personajes aborígenes es el intelecto como dador de los secretos de la selva («De shamiros decidores», 2009).
La historia cuenta la experiencia vivida por Edmond Rice (europeo, observador comercial y agente viajero de la casa O’Duffi & Co. de Bruselas) en la selva. Su función es ver qué de provechoso hay en estos pagos para la empresa que trabaja. Es en estos andares por la floresta, acompañado por Juan, el huitoto, entre otros indígenas campas (asháninkas), chamas (shipibo-conibo), etc., y el mestizo Mauricio, el italiano Pietro Ferrazio, que va conociendo la selva y de lo que ella se desprende. En su memoria, Europa y su novia están siempre presentes. Pero en su caminar se topa con una joven muchacha, Rosalba, hija de Rosendo Manguinuri, de quien se dice que es brujo. A la postre Rosalba termina siendo su pareja.
Sin embargo, Rice no está bien, algo le inquieta, quiere volver a Europa para reencontrarse con su novia, pero no lo hace, viaja a Lima diciéndole a Rosalba que podrá encontrar una nueva pareja. En Lima sale a fiestas, pero algo le inquieta, finalmente regresa a los brazos de Rosalba.
Hacia el final de la novela uno de los personajes dice esto, a propósito del retorno de Rice: «Dizque así le pasa al hombre que le han hecho el “mal de gente”», el narrador completa la información dada por Teófilo, «Aseguraba, muy seriamente, que desde que lo icaraban a un hombre, este no podía estar más que con la mujer que lo había icarado. Y que, por eso, indudablemente, había vuelto este gringo. Porque decían que Rosendo era brujo y sabía hacer brujerías. Seguramente, le había hecho el “mal de gente” al gringo».
Pero Mauricio, el mestizo, que Burga lo presenta como un gran lector, descree lo dicho, y más bien rescata el valor de Rice de llegar desde tan lejos: «¡Gringos buenos como ese, que se enamoraran de las mujeres de la tierra, y se quedaran definitivamente en ella, es lo que necesitaban nomás, para ser grandes; en vez de andar pensando en brujerías zonzas que no servían para nada!». Acá Burga nos plantea una situación que a veces suele darse: creer o no creer en los secretos de la selva.
«Mal de gente» nos permite explorar desde los ojos de Burga, nuestra Amazonía, y las distintas situaciones que le toca vivir al poblador de la selva.