Iquitos, una ciudad calurosa en extremo, donde caminar por sus calles te llena de energía y alegría, tanto por la amabilidad de las personas como por los ricos manjares que puedes degustar en el camino (aguaje, cidra, pijuayo, helados de frutas regionales, etc.), una ciudad fiestera, en donde la jarana empieza usualmente los jueves en el Noa y termina los domingos en el Complejo o el Pardo. Como iquiteño puedo decir que Iquitos es una tierra maravillosa, una reserva natural viva, llena de gente alegre y acogedora, un foco turístico enorme que no es explotado.
Contamos con canon petrolero, ingresos provenientes del turismo nacional e internacional; lo cual desde mi punto de vista, puede impulsar nuestra ciudad a la prosperidad y el desarrollo desde hace muchos años, pero tristemente la realidad es otra. Nuestra ciudad está en crisis, las autoridades no implementan las políticas públicas necesarias para atacar los problemas reales de la ciudad, lo cual incluso nos lleva a una situación de desgobierno.
Es imposible negar que Iquitos ha crecido como ciudad, tanto geográfica como poblacionalmente, empero ese crecimiento no ha sido planificado, ya que se dio en el día a día, con ello aumentó la necesidad de viviendas, centros laborales, prestamos; en general, mayor dinamismo de la economía, pero sin planificación, lo cual conlleva consecuencias muy serias, si es que no se hace nada al respecto.
Hace algunos años, cuando aún estaba en el colegio, Iquitos era una ciudad muy tranquila. Era hermoso ver a mis abuelitos sentados en su mecedora afuera de su casa en Morona
Cocha, “porque la calor era insoportable” como diría mi abuelito, con toda la confianza y seguridad del mundo de que no sucedería nada. Toda vez que ante el grito “ladrón” todos los vecinos salían a agarrar y castigar al malhechor.
Considero que hoy ello no podría ser posible, ya que los asaltos a mano armada, asesinatos y diversos actos delictivos son pan de cada día en nuestra ciudad; es decir, Iquitos es una cuasi tierra de nadie. En cierto modo es culpa de las autoridades, por permitir el crecimiento desordenado de la ciudad sin aplicar o implementar las políticas públicas necesarias para los problemas públicos que han surgido a causa de su caótico crecimiento.
Pero también es culpa de nosotros mismos, los iquiteños, ya que en muchos casos perdimos nuestra esencia y amor por nuestra ciudad; su crecimiento afectó ello, los egoísmos e intereses personales aumentaron olvidando el conjunto, olvidando la ciudad, olvidando a nuestro amado Iquitos.
Aún estamos a tiempo para cambiar y salir de este círculo de decadencia en el cual se ve envuelta nuestra ciudad, elijamos a las autoridades idóneas, que implementen las políticas públicas necesarias y sobre todo no olvidemos quienes somos, detengamos esto que nos está llevando a ser una ciudad caótica, en donde las personas andan pensando cada quien en su mundo y con el estrés a flor de piel, depende de nosotros no ser tierra de nadie o tierra de delitos y volver a ser la “isla bonita”.
Miguel Angel Rojas Rios
Abogado
Maestrando en Gobierno y Políticas Públicas
rojasr.miguel@pucp.edu.pe