Leía que no es fortuito que el origen o uno de los orígenes del jazz sean en Nueva Orleans, antigua colonia española y francesa que no ponía resistencia las mezclas y más sí estas eran interraciales. No como los angloamericanos que tenían normas de prohibición para parejas o matrimonios mixtos. Normas que estaban vigentes hasta hace unos años. Ese amasijo de intereses y sudores se puede palpar en los instrumentos que se usan y que van incorporando en el jazz como el cajón peruano propio de las poblaciones afroperuanas. Así también de los protagonistas que eran los antiguos esclavos negros y cantaban en rebeldía para mitigar las penas y pesares en antiguos corralones. La esencia del jazz por excelencia es mixtura, es híbrido, es mestizo. Pueden dar testimonio diferentes autores como el mismísimo Miles Davis o John Coltrane y sus creaciones musicales que han ido digiriendo esos sonidos de otras veredas de la tierra. En un concierto de jazz puedes escuchar como los sonidos de diferentes lugares se acoplan y armonizan con las trompetas, eso es esta música que encandila a públicos de diferentes partes del mundo. El otro día visionaba en Youtube la correspondencia de instrumentos para entonar jazz con músicos de la India, era una comunión muy sugerente y no chirriaba en los oídos. Se complementaban. Hay esta saga de fusión o de fundir relatos de los desamparados que está desperdigados por el planeta azul. Así buscando ese jazz que trata de abrirse al mundo encontré una en que Wynton Marsalis se fusiona con Ruben Blades tocando salsa y jazz al mismo tiempo. Me quedé de piedra y era justamente una canción en la que Blades habla de un mundo común, la canción era “Patria”. El cantante panameño cantaba con sus acordes y poco a poco la trompeta de Marsalis iba teniendo protagonismo discreto, sin opacar la salsa. Los sonidos de la trompeta era el aliño perfecto para esa patria de endebles fronteras. Era una albufera de sonidos y sabores. Jazz urbe et orbis.