Escribe: Jorge Martín Carrillo Rojas
@reporteropro
No soy quien para juzgar a nadie. Soy más pecador que cualquiera, pero a pesar de ello conozco perfectamente las reglas de juego sin ser abogado, ingeniero o de la profesión que sea. Soy un simple y mortal periodista, y le doy gracias a Dios de no haber cometido delito alguno y que me siga alejando de las tentaciones, que las hay de todo tipo, sobre todas aquellas reñidas contra la ley. Digo esto porque en esta ciudad pasa de todo, como para decir que ya estamos viviendo en una sociedad de locos.
Mañana cuando usted amigo lea este artículo temprano, o quizá tarde, ya se habrá emitido un fallo sobre un caso, de los tantos, que se ventilan en el Poder Judicial, lugar que ni a mi peor enemigo le deseo que recorra como investigado o como lo que sea.
Se trata del proceso que se le sigue al ex rector de la UNAP, Antonio Pasquel Ruiz, para quien han pedido se varíe su comparecencia simple por el de prisión preventiva por un grave caso.
Y este caso es sobre trata de personas, favorecimiento a la prostitución, usuario cliente o como se le llame. No es el primero en esta ciudad, ni tampoco el primer caso que involucra a un personaje mediático. No podemos olvidarnos, aunque muchos quisieran, del caso del abogado Francisco Dongo similar al de Pasquel y otros cuyos protagonistas están en calidad de prófugos de la justicia.
Como reportero, periodista o comunicador siempre he recorrido los pasillos judiciales y más de una sorpresa he tenido. Casos como, por ejemplo, el de un personaje, de esos que llaman con “arraigo”, domicilio conocido y además buena chamba, muchos de ellos salvados por esta condición de actos por demás bajos.
Pueden ustedes amigos creer que una persona de casi 60 años pueda tener como pareja, llámese: enamorada o lo que sea, a una menor de 17 años. Eso, ni los propios abogados defensores de causas innobles se lo creen, pero entiendo que como abogados deben defender a la persona, sea la condición que sea.
Sin embargo, resulta penoso saber y tener que cubrir casos en el que están inmersas personas que conocen bien de leyes y algunos personajes que saben de lo bueno y de lo malo. Es inaceptable, bajo cualquier excusa, mantener relaciones, sea esta de enamorados o lo que sea, con una menor de edad. Ello ya refleja el estado psicológico por el que puede estar pasando una persona con “arraigo”. Sin duda se trata de alguien con bajos instintos y que los quiere saciar a toda costa manteniendo una “relación de pareja” con una menor a la que trata de: cariño o bebé. Claro pues, el “arraigo” le permitirá complacer malsanamente los gustos de una menor, a la que lamentablemente, la falta de valores, falta de oportunidades y el abandono de sus padres, la llevan a buscar una vida ficticia de la que se aprovechan las personas de “arraigo”.
Así pues, un caso como el que ahora es materia de portadas en los principales diarios de la ciudad, nos debe llamar a la reflexión. O será que tiene que ocurrir casos como los de este tipo, en el que estén involucrados nuestros propios hijos con personajes de “arraigo”, para poder darnos cuenta que ya es tiempo de vivir en una verdadera sociedad en el que se empiece a rescatar los valores.