Recuerdo que cuando estudiaba en la universidad un buen día aquí en Madrid, sin saber por qué, me puse muy mal. La fiebre me subía a dígitos de mucha alarma. Me dolía hasta el alma. Pensé que era una gripe de una cepa difícil. En esos días bajé considerablemente de peso. Se me quitaron las ganas de comer y la fiebre no me dejaba. Una noche de cielo encapotado S me dijo vámonos al hospital. Así que cogimos un taxi y rumbo a urgencias. A todo esto añadir que los papeles de la visa de estudiante estaban en trámite. Nos presentamos así al hospital y un médico luego de los chequeos respectivos me dijo que tenía mononucluosis. Me pusieran una inyección, bajó la fiebre y puede volver a casa con las indicaciones respectivas. La mononucluosis o también llamada la enfermedad del beso la adquirí en plena meseta castellana. Lo interesante de todo esto es que me atendieron con los papeles de la estancia en pleno trámite. No me pusieron reparo, estas disposiciones luego cambiaron para mal bajo el prejuicio que los inmigrantes inundábamos los hospitales en contra de la población nativa y, justificado motivo, para la aplicación de la política de recortes en el ámbito social. Este mal momento que pasé con la enfermedad del beso me hizo recordar la noticia que leía procedente de Perú donde una mujer extranjera perdió a su hijo porque en el hospital al que fue no pudieron hacerlo porque no tenía sus papeles en regla. Perú como muchos países han firmado un convenio internacional sobre migraciones que señala que a ninguna persona (al margen de los papeles) no se le puede negar atención médica, más en este caso, al parecer de mucha urgencia, ¿dónde están los peruanos y peruanas solidarios con las personas al margen de sus nacionalidades? Están emergiendo cada día personas que solo piensan en lo suyo.

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