Después de la ruidosa parranda pagana de San Juan y mientras tantos se restablecían de la reseca de todo lo bebido y comido, pobladores de varios lugares de la ciudad arribaron a las instalaciones de los apagones o Electro Oriente. El motivo del plantón era protestar por los daños  y perjuicios ocasionados por la repentina interrupción de la luz eléctrica. Para ello llevaron sus computadoras, radios, refrigeradoras,  televisores, cafeteras, cocinas microondas y cuanto artefacto fue malogrado por los apagones. En los días siguientes fueron llegando más moradores perjudicados con sus aparatos en mal estado. Los directivos de la empresa quisieron calmar los ánimos, sacando ellos también los aparatos malogrados que tenían.  El corte de luz también les perjudicaba a ellos. Pero esa maniobra falló  ya que intervino,   de pronto,  la Fiscalía de Prevención del Delito.

Los serios y probos fiscales aparecieron con sus artefactos malogrados y procedieron a denunciar a los directivos de dicha empresa. Fue así como ellos tuvieron que contratar operarios para que arreglaran dichos aparatos.  De esa manera los propietarios perjudicados por los apagones consiguieron una reivindicación un poco tardía.  Y sus aparatos retornaron a sus hogares funcionando perfectamente. Ese hecho evitó los enconos contra la empresa de la luz eléctrica que se vio en la necesidad de abrir un vasto taller para atender la demanda de otros usuarios que traían  sus aparatos malogrados.

Desde entonces los pobladores iquiteños tienen un seguro contra los apagones. La empresa de las sombras envía operarios inmediatamente después de los apagones para reparen los daños que suelen ocurrir de todas formas.  De esa manera adulta y civilizada los apagones han dejado de ser repentinas canalladas para los sufridos ciudadanos. Algunos de ellos, inclusive, piden apagones para que sus aparatos se malogren y sean reparados en el acto por los eficaces muchachos de la empresa eléctrica.