ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

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Rony Valera Suárez, docente de colegio secundario y catedrático universitario, se convirtió en alcalde de Maynas en los últimos meses de 1983 y asumió sus funciones el primer día de 1984 y dejó ese puesto en diciembre de 1986 en medio de escándalos sobre el manejo de los recursos municipales. Como tantas otras autoridades, los enemigos de su gestión no estaban únicamente en los partidos y movimientos opositores sino entre los dirigentes apristas que no tenían espacio predominante en la administración. Las pugnas entre los simpatizantes del entonces diputado Orison Pardo Mattos y los que gozaban de la confianza de Valera Suárez tenían ribetes épicos. Era conocida la belicosidad con que, por ejemplo, el “ronirista” Pablo Casuso del Aguila, se refería en público y privado contra las acciones del que, por el cargo que ostentaba, se creía con derecho a una cuota importante de poder. Esas pugnas no se limitaban al ámbito municipal sino que llegaban a las entidades que por ese entonces manejaba el gobierno de turno. Es decir, Banco de Materiales, Mutual Loreto, PAIT y más.

Quienes vivieron esa parte de la historia edilicia aprista, que por razones obvias prefieren mantenerse en el anonimato, no olvidan que inclusive los maestros masones intercedieron para calmar las aguas. Sin éxito, por supuesto. Porque la rivalidad de los “roniristas” con los “pardistas” llegaba hasta la conformación de un grupo denominado “los molineros” que estaba conformado por quienes simpatizaban con el presidente de la entonces Cordelor, Giulfo Suárez, cuya familia tenía empresas vinculadas a la industria de la construcción como un apéndice de la fábrica de harina que por ese entonces florecía en Iquitos y que, por razones que no es materia de este artículo, quebró tan drásticamente que son pocos los que la recuerdan. Hacemos referencia a este grupo empresarial y político porque grafica la fricción que se padecía por esos años.

Rony fue un buen alcalde. No el mejor de todos los tiempos, pero bueno. Quienes estamos empeñados en hacer que el apoyo a la lectura llegue con libros a la mayoría de pobladores seríamos mezquinos y torpes en desconocer el tremendo aporte bibliográfico que esa gestión aprista hizo con la publicación de libros de autores loretanos. Apoyo que, desde la MPM, nunca más se repitió y quizás sirva como explicación del último lugar que ocupamos en comprensión lectora. Otro aporte de la gestión de Valera Suárez fue la distribución del canon petrolero entre las municipalidades hasta en 40 por ciento dejando el 60 por ciento restante para las universidades públicas (UNAP), IIAP y entidad regional. Pero al finalizar su gestión le llovieron críticas ácidas por el reasfaltado de las calles de Iquitos, que finalmente concluyó el sucesor, Máximo Ruperto Meléndez Cárdenas, también aprista. Los mismos apristas acusaban de favoritismo hacia la empresa ganadora de esa obra: Graña y Montero que el periodista Demetrio Díaz Souza –quien con “Carta blanca”, su programa de 15 minutos en Radio Loreto de 1 a 1.15 de la tarde barría en sintonía- bautizó como “engaña motelo”, jugando con la similitud fonética del nombre de la empresa y la especie de tortuga junto con dar a entender que todo era parte de un dolo. Por esos líos internos y sabiendo que no el APRA no le designaría como candidato a la reelección Rony Valera se alejó de ese partido y pretendió ganar la elección con “Loreto libre” que, seguramente, ni quienes contribuyeron a su formación se acordarán.