Hace poco leía “Tres novelas exóticas”, eran novelas cortas de Rodrigo Rey Rozas, escritor guatemalteco de amplia repercusión en este lado del charco. Además de ser discípulo in situ de Paul Bowles, en Tánger en la embajada norteamericana hay algunos epígrafes de Rey Rozas, lo leí en una exposición en la ciudad blanca. Las enseñanzas de Bowles, si la hay porque un escritor se nutre de muchas fuentes, se puede notar en los relatos limpios y en los diálogos de Rey Rozas. En la introducción decía más o menos que cualquier novela ambientada en Guatemala, Tánger o la India lleva la impronta de exótico, era una fina ironía hacia lo que se considera el centro del mundo y de las medidas. La construcción de los exótico es una elaboración cartográfica que empieza en el centro y se expande hacia lo que se llama la periferia. No me dedicaré a desmenuzar los relatos largos de Rey Rozas, pero sí detenerme en algunos pasajes de lo leído. Me parece que el relato más logrado literariamente es el último donde se recrea a través de cartas. En un momento de una de las novelas se dice: “Pero en Europa siento que me asfixio. Demasiada organización”. Ese epígrafe suelto está enlazado con la fabricación del exotismo que casi siempre es unilateral. Aquí uno de los personajes nada en contra de esa corriente y pincha a Europa por su derroche de organización, que no le deja respirar, que se siente aprisionado, que le abruma. En esta misma dirección Enrique Vilas- Matas, en desinflar el etnocentrismo europeo, dice que en Europa padece angustia, esa enfermedad de corte tan europeo ¿la organización genera la angustia? Recordemos que lo sucedido con los judíos, gitanos y homosexuales en los campos de concentración era producto de una suprema organización y el sentido del deber. Hay que respirar.
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