ESCRITA POR:

  1. GASPAR DE CARVAJAL

DEL ORDEN DE SANTO DOMINGO DE GUZMÁN

Relación que escribió Fray Gaspar de Carvajal, frayle de la orden de Santo Domingo de Guzmán, del nuevo descubrimiento del famoso río grande que descubrió por muy gran ventura el Capitán Francisco de Orellana desde su nacimiento hasta salir a la mar, con LVI hombres que trajo consigo y se hechó a su aventura por el dicho río, y por el nombre del capitán que le descubrió se llamó el Río de Orellana.

Para que mejor se entienda todo el suceso de esta jornada se ha de presuponer que este Capitán Francisco de Orellana era Capitán y Teniente de Gobernador de la Ciudad de Santiago, la que él en nombre de su Majestad pobló y conquistó a su costa, y de la Villa Nueva de Puerto Viejo que es en las Provincias del Perú; y por la mucha noticia que se tenía de una tierra donde se hacía canela, por servir a su Majestad en el descubrimiento de la dicha canela, sabiendo que Gonzalo Pizarro, en nombre del Marqués, venía a gobernar a Quito y a la dicha tierra que el dicho Capitán tenía a cargo; y para ir al descubrimiento de la dicha tierra, fue a la villa de Quito, donde estaba el dicho Gonzalo Pizarro, al ver y meter en la posesión de la dicha tierra. Hecho esto, el dicho Capitán dijo al dicho Gonzalo Pizarro cómo quería ir con él en servicio de su Majestad y llevar sus amigos y gastar su hacienda para mejor servir; y esto concertado, el dicho Capitán se volvió a reformar a la dicha tierra que a cargo tenía y a dejar en quietud y sosiego las dichas ciudad y villa, y para seguir la dicha jornada gastó sobre cuarenta mil pesos de oro en cosas necesarias, y, aderezado, se partió para la villa de Quito, donde dejó al dicho Gonzalo Pizarro, y cuando llegó le falló que era ya partido, de cuya cabsa el Capitán estuvo en alguna confusión de lo que había de hacer, y se determinó pasar adelante y lo seguir, aunque los vecinos de la tierra se lo estorbaban por haber de pasar por tierra muy belicosa y fragosa y que temían lo matasen, como habían hecho a otros que habían ido con muy gran copia de gente; pero no obstante esto, por servir a su Majestad, determinó con todo este riesgo de seguir tras el dicho Gobernador; y así, padeciendo muchos trabajos, así de hambres como de guerras que los indios le daban, que por no llevar más de veintitrés hombres muchas veces le ponían en tanto aprieto que pensaron ser perdidos y muertos en manos de ellos, y con este trabajo caminó (..roto..) leguas desde Quito, en el término de las cuales perdió cuanto llevaba, de manera que cuando alcanzó al dicho Gonzalo Pizarro no llevaba sino una espada y una rodela, y sus compañeros por el consiguiente, y de esta manera entró en la provincia de Motín, donde estaba el dicho Gonzalo Pizarro con su real, y allí juntó con él y fue en demanda de la dicha canela: y aunque esto que he dicho hasta aquí no lo vi ni me hallé en ello, pero infórmenle de todos los que venían con el dicho Capitán, porque estaba yo con el dicho Gonzalo Pizarro y le vi entrar a él y a sus compañeros de la manera que dicho tengo; pero lo que de aquí en adelante dijere será como testigo de vista y hombre a quien Dios quiso dar parte de un tan nuevo y nunca visto descubrimiento, como es éste que adelante diré. Después que el dicho Capitán llegó, el dicho Gonzalo Pizarro, que era Gobernador, fue en persona a descubrir la canela, y no halló tierra ni disposición donde a su Majestad pudiese hacer servicio, y así determinó de pasar adelante y el dicho Capitán Orellana en su seguimiento con la

* Cincuenta y siete dice aquí J.T Medima no porque lo interprete mal, sino porque pronto Carvajal viene a decir también LVII. (EL EDITOR.)

** Desde aquí existe una laguna en la copia de Muñoz (Medina).

demás gente, y alcanzó al dicho Gobernador en un pueblo que se llama Quema, que estaba en unas cabanas ciento treinta leguas de Quito, y allí se tornaron a juntar; y el dicho Gobernador queriendo enviar por el río abajo a descubrir, hubo pareceres que no lo hiciese porque no era cosa para seguir un río y de dejar las cabanas que caen a las espaldas de la villa de Pasto y Popayán, en las que había muchos caminos; y todavía el dicho Gobernador quiso seguir el dicho río, por el cual anduvimos XX leguas, al cabo de las cuales hallamos unas poblaciones no grandes, y aquí determinó el dicho Gonzalo Pizarro se hiciese un barco para navegar el río de un lado a otro por comida, que ya aquel río tenía media legua de ancho; y aunque el dicho Capitán era de parecer que no se hiciese el dicho barco, por algunos buenos respetos, sino que diesen vuelta a las dichas cabanas y siguiésemos los caminos que iban al dicho ya poblado, el dicho Gonzalo Pizarro no quiso sino que se pusiese en obra el dicho barco; y así, el Capitán Orellana, visto esto, anduvo por el real sacando hierros para clavos y echando a cada uno la madera que había de traer, y desta manera y con el trabajo de todos se hizo el dicho barco, en cual metió el dicho Gobernador Pizarro alguna ropa y indios dolientes, y seguimos el río abajo otras leguas, al cabo de las cuales se nos acabó el poblado y íbamos ya con muy gran necesidad y falta de comida, de cuya cabsa todos los compañeros iban muy descontentos y platicaban de se volver y no pasar adelante, porque se tenía noticia que había gran despoblado; y el Capitán Orellana viendo lo que pasaba y la gran necesidad en que todos estaban, y que había perdido todo cuanto tenía, le pareció que no cumplía con su honra dar la vuelta sobre tanta pérdida, y así se fue al dicho Gobernador y le dijo cómo él determinaba de dejar lo poco que allí tenía y seguir el río abajo, y que si la ventura le favoreciese en que cerca hallase poblado y comida con que todos se pudiesen remediar, que él se lo habría saber, y que si viese que se tardaba, que no hiciese cuenta de él, y que, entre tanto, que se retrajese atrás donde hubiese comida, y que allí le esperase tres o cuatro días, o el tiempo que le pareciese, y que si no viniese, que no hiciese cuenta de él; y con esto el dicho Gobernador le dijo que hiciese lo que le pareciese: y así, el Capitán Orellana tomó consigo LVII hombres con los cuales se metió en el barco ya dicho y en ciertas canoas que a los indios se habían tomado, y comenzó a seguir su río abajo con propósito de luego dar la vuelta, si comida se hallase; lo cual salió al contario de cómo todos pensábamos, porque no fallamos comida en doscientos leguas, ni nosotros la hallábamos, de cuya cabsa padecimos muy gran necesidad, como adelante se dirá; y así, íbamos caminando y suplicando a Ntro. Señor tuviese por bien de nos encaminar en aquella jornada de manera que pudiésemos volver a nuestros compañeros. El segundo día que salimos y nos apartamos de nuestros compañeros nos hubiéramos de perder en medio del río, porque el barco dio en un palo y sumíosle una tabla, de manera que a no estar cerca de tierra acabáramos allí nuestra jornada; pero púsose luego remedio en sacarse de agua y ponerle un pedazo de tabla, y luego comenzamos nuestro camino con muy gran priesa; y como el río corría mucho, andábamos a XX y a XXV leguas, porque ya el río iba crecido y aumentado así, por cabsa de otros muchos ríos que entraban en él por la mano diestra hacia el sur. Caminamos tres días sin poblado ninguno. Viendo que nos habíamos alejado de donde nuestros compañeros habían quedado y que se nos había acabado lo poco que de comer traíamos para nuestro camino tan incierto como el que hacíamos, púsose en plática entre el Capitán y los compañeros la dificultad y la vuelta y la falta de la comida, porque como pensábamos de dar luego la vuelta no metimos de comer; pero en confianza que no podíamos estar lejos; acordamos de pasar adelante y esto no con poco trabajo de todos, y como otro ni otro día no se hallase comida ni señal de población, con parecer del Capitán dije yo una misa, como se dice en la mar, encomendando a Ntro. Señor nuestras personas y vidas, suplicándole como indigno nos salvase de tan manifiesto trabajo y perdición porque ya se nos traslucía, porque aunque quisiésemos volver agua arriba no era posible por la gran corriente, pues tentar de ir por tierra era imposible: de manera que estábamos en gran peligro de muerte a cabsa de la gran hambre que padecimos y así estando buscando el consejo de lo que se había hacer platicando nuestra afición y trabajos acordase que eligiésemos de dos males el que al Capitán y a todos pareciese mejor que fue ir adelante y seguir el río o morir o ver lo que en él había, confiando en Ntro. Señor que tendría por bien de conservar nuestras vidas fasta ver nuestro remedio; y entre tanto a falta de otro mantenimientos, venimos a tan gran necesidad que no comíamos sino cueros cintas y suelas de zapatos cocidas con algunas yerbas, de manera que era tanta nuestra flaqueza que sobre los pies no nos podíamos tener que unos a gatas y otros con bordones se metieron a las montañas a buscar algunas raíces que comer y algunos hubo que comieron algunas yerbas no conocidas los cuales estuvieron a punto de muerte porque estaban como locos y no tenían seso; pero como Ntro. Señor era servidor que siguiésemos nuestro viaje no murió ninguno. Con esta fatiga dicha iban algunos compañeros muy desmayados a los cuales el Capitán animaba y decía que se esforzasen y tuviesen confianza en Ntro. Señor, que pues él nos había echado por aquel río tendría por bien de nos sacar a buen puerto: de tal manera animó a los compañeros que recibiesen aquel trabajo. El día de Año Nuevo de XLII pareció a ciertos compañeros de los nuestros que habían oído atambores de indios y algunos lo afirmaban y otros decían que no; pero algún tanto se alegraron con esto y caminaron con mucha (más) diligencia de la acostumbrada; y como a lo cierto aquel día ni otro se viese poblado vióse ser imaginación como en la verdad lo era y desta cabsa así los enfermos como los sanos desmayaban en tanta manera que les parecía que ya no podían escapar; pero con las palabras que el Capitán les decía los sustentaba y como nuestro Dios es padre de misericordia y de toda consolación que repara y socorre al que llama en el tiempo de la mayor necesidad y es que estando lunes en la noche que se contaron ocho del mes de enero comiendo ciertas raíces montesinas oyeron muy claramente a tambores de muy lejos de donde nosotros estábamos y el Capitán fue el que los oyó primero y lo dijo a los compañeros y todos escucharon y certificados fue tanta la alegría que todos sintieron que todo el trabajo pasado echaron en olvido porque ya estábamos en tierra poblada y que ya no podíamos morir de hambre. El Capitán proveyó luego en que por cuartos nos velásemos con mucha orden porque podría ser los indios habernos sentido y venir de noche y dar sobre el real como ellos suelen hacer; y así aquella noche hubo muy gran vela, no durmiendo el Capitán, pareciendo que aquella noche sobrepujaba a las demás porque deseaban tanto el día por verse hartos de raíces. Siquiera venida la mañana el Capitán mandó que se aderezase la pólvora y arcabuces y ballestas y que todos fuesen a punto en armarse porque a la verdad aquí ninguno de los compañeros estaba sin mucho cuidado por hacer lo que debían. El Capitán tenia el suyo y el de todos y así, por la mañana, todo muy bien aderezado e puesto en orden, comenzamos a caminar en demanda del pueblo. Al cabo de dos leguas que habíamos ido el río abajo, vimos venir por el río arriba cuatro canoas llenas de indios a ver y requerir la tierra y como nos vieron dan la vuelta a gran priesa dando arma en tal manera que en menos de un cuarto de hora oíamos en los pueblos muchos atambores que apellidaban la tierra, porque se oyen de muy lejos y son tan bien concertados que tienen su contra y tenor y tiple: y luego el Capitán mandó que a muy gran priesa remasen los compañeros que llevaban los remos en las manos, porque llegásemos al primer pueblo antes que las gentes que se recogiesen y así fue que a muy gran priesa comenzamos a caminar y llegamos al pueblo adonde los indios todos estaban esperando a defender y guardar sus casas y el Capitán mandó que con muy gran orden saltasen todos en tierra y que mirasen lo que tenían entre manos y que cada uno hiciese lo que era obligado: fue tanto el ánimo que todos cobraron en viendo el pueblo que olvidaron toda fatiga pasada y los indios dejaron el pueblo con toda la comida que en él había, que no fue poco reparo y amparo para nosotros. Antes que los compañeros comiesen, aunque tenían harta necesidad, mandó el Capitán que corriesen todos el pueblo, porque después estando recogiendo la comida y descansando, no resolviesen los indios sobre nosotros y nos hiciesen daño; y así se hizo. Aquí comenzaron los compañeros a se vengar de lo pasado porque no hacían sino comer de lo que los indios tenían guisado para sí y beber de sus brebajes, y esto con tanta agonía que no pensaban verse hartos y no se hacía esto muy al descuido, porque aunque comían como hombres lo que habían menester no olvidaban de tener cuidado de lo que les era necesario para defender sus personas, que todos andaban sobre aviso, las rodelas al hombro y las espadas debajo de los sobacos, mirando si los indios revolvían sobre nosotros; y así tuvimos en este descanso, que tal se puede llamar para nosotros según el trabajo (que) habíamos pasado, hasta dos horas después del mediodía, que los indios comenzaron de venir por el agua a ver qué cosa era, y así andaban como bobos por el río; y visto esto por el Capitán púsose sobre la barranca del río y en su lengua, que en alguna manera los entendía, comenzó de fablar con ellos y decir que tuviesen temor y que llegasen, que les querían hablar; y así llegaron dos indios hasta donde estaban el Capitán y les halagó y quitó el temor y les dio de lo que tenía, y les dijo que les fuesen a llamar al señor que le quería hablar y que ningún temor tuviese que le hiciese mal ninguno; y así los indios tomaron lo que les fue dado y fueron luego a decirlo a su señor, el que vino luego muy lucido donde el Capitán y los compañeros estaban y fue muy bien recibido del Capitán y de todos y le abrazaron y el mismo cacique mostró tener en sí mucho contentamiento en ver el buen recibimiento que se les facia. Luego el Capitán le mandó dar de vestir y otras cosas con que él mucho se holgó y después quedó tan contento que dijo que mirase el Capitán de qué tenía necesidad, que él se lo daría, y el Capitán le dijo que de ninguna cosa más que de comida lo mandase proveer; y luego el Capitán mandó que trajesen comida sus indios, y con muy gran brevedad trajeron abundantemente lo que fue necesario, así de carnes, perdices, pavas y pescados de muchas maneras; y después de esto, el Capitán lo agradeció mucho al Cacique y le dijo que se fuese con Dios, y que le llamase a todos los señores de aquella tierra, que eran XIII, porque a todos juntos les quería hablar y decir la cabsa de su venida; y él aunque le dijo que otro día serían todos con el Capitán y que él los iba a llamar, y se partía muy contento y el Capitán quedó dando orden en lo que convenía a él y a sus compañeros, ordenando las velas para que, así de día como de noche, hubiese mucho recaudo porque los indios no diesen en nosotros ni hubiese descuido ni flojedad por donde tomasen ánimo de nos acometer de noche o de día. Otro día a hora de vísperas vino el dicho Cacique y trajo consigo otros tres o cuatro señores, que los demás no pudieron venir por estar lejos, que otro día vendrían; el Capitán les hizo el mismo recibimiento que al primero y les habló muy largo de parte de su Majestad, y en su nombre tomó la posesión de la dicha tierra y así fizo a todos los demás que después es esta provincia vinieron, porque, como dije, eran XIII y en todos tomó posesión en nombre de su Majestad. Viendo el Capitán que toda la gente y señores de la tierra tenía paz y consigo, que convenía al buen tratamiento, todos holgaban de venir de paz; y así tomó posesión en ellos y en la dicha tierra en nombre de su Majestad; y después de esto fecho mandó juntar a sus compañeros para les hablar en lo que convenía a su jornada y salvamiento y sus vidas, haciéndoles un largo razonamiento, esforzándoles con muy grandes palabras. Después de hecho este razonamiento del Capitán, los compañeros quedaron muy contentos por ver el buen ánimo que el Capitán en si tenía y ver con cuánta paciencia sufría los trabajos en que estaba, y le dijeron también muy buenas palabras, y con las palabras que el Capitán les decía andaban tan contentos que ninguna cosa de lo que trabajaban no sentían. Después que los compañeros estuvieron reformados algún tanto de el hambre y trabajo pasado, estando para trabajar, el Capitán, viendo que era necesario proveer de lo adelante; mandó llamar a todos sus compañeros, que venían que con el barco que llevábamos e canoas, si Dios fuese servido de nos aportar a la mar no podíamos en ellos salir a salvamento y por esto era necesario procurar con diligencia otro bergantín que fuese de más porte para que pudiésemos navegar aunque no había entre nosotros maestro que supiese de tal oficio, porque lo que más dificultoso hallábamos era el hacer los clavos; y en este tiempo los indios no dejaban de acudir y venir al Capitán y le traer de comer muy largo y con tanta orden como si toda su vida hubieran servido; y venían con sus joyas y patenas de oro, y jamás el Capitán consintió tomar nada, ni aún solamente mirarlo porque los indios no entendiesen que lo teníamos en algo, y mientras más en esto nos descuidábamos, más oro se echaban a cuestas. Martes, a XXII días de junio, vimos mucha población de la banda siniestra del río, porque estaban blanqueando las casas, que íbamos por medio del río; quisimos ir allá pero no pudimos por cabsa de la mucha corriente y olas más trabajosas que en la mar andaban. Miércoles siguiente tomamos un pueblo que estaba en medio de un arroyo pequeño, en un muy gran llano de más de cuatro leguas. Aquí nos tuvimos en muy grandísimo aprieto, tanto que en todo el río no le tuvimos mayor, y pensamos todos parecer, tanto que de todas partes nos estorbaba la fortuna; porque como nuestros compañeros saltaron en tierra, dieron en los indios y los hicimos huir, y creyendo que estaban seguros comienzan a recoger comida. Los indios, como eran muchos, revuelven sobre nuestros compañeros y danles tal mano que los hacen volver donde estaban los bergantines poca seguridad tenían, porque el grande estaba en seco, que había bajado la manera, y el pequeño anegado, como he dicho, y así estábamos en esta necesidad sin tener remedio sino de sólo Dios y el de nuestras manos, que era el que nos había de valer y sacar de necesidad en que estábamos; y luego el Capitán ordenó de poner y dar luego remedio como no recibiésemos daño, y fue de manera que mandó dividir la gente, que fue la mitad de todos los compañeros peleasen con los indios y los otros barasen el bergantín pequeño y se adobase; y mandó luego que el grande se pusiese en alto de manera que nadase y quedó dentro el mesmo Capitán con solamente los dos religiosos que veníamos en su compañía, y otro compañero, a guardar el dicho bergantín y para defensa de los indios por la parte del río; así estábamos todos, no sin tener poco en que entender, de manera que teníamos guerra por tierra y fortuna por agua; plugo a Ntro. Señor Jesucristo de ayudarnos y favorecernos como siempre ha hecho en todo este viaje, y que nos ha traído como gente perdida, sin saber dónde estábamos ni dónde íbamos, ni qué había de ser de nosotros. Aquí se conoció muy particular y generalmente que usó nuestro Dios de su misericordia, pues sin entender ninguno cómo hizo la merced divina, y con su inmensa bondad y providencia divina se remedió y se socorrió, de manera que el bergantín se adobó y se echó una tabla, y este mismo tiene, subió la gente de guerra que en tres horas que tardó la dicha obra no dejaron de pelear ¡Oh inmenso y soberano Dios, cuántas veces nos vimos en trances de agonía tan cercanos a la muerte que sin tu misericordia era imposible alcanzar fuerzas ni consejo de los vivos para quedar con las vidas! De este pueblo sacamos alguna comida, y vino tan justo el día con la necesidad que la noche cerrada y nosotros acabamos de embarcar todo fue uno. Esta noche dormimos en el mismo río en los bergantines. / El día siguiente tomamos puerto en un monte; aquí pusimos por obra de aderezar el bergantín pequeño, de manera que pudiese navegar, que tardamos en la dicha obra XVIII días, y de nuevo se tornaron a hacer aquí clavos, donde de nuevo nuestros compañeros no trabaron poco; pero había muy gran falta de comida: comíamos el maíz por granos contados. Así mismo en esta necesidad mostró Ntro. Señor el particular cuidado que tenía de nosotros pecadores; quiso proveer en esta necesidad como todo lo demás que tengo dicho, y fue así que un día sobre tarde pareció que venía por el río una vaca muerta, tamaña como una mula, y visto por el Capitán mandó a ciertos compañeros que se trajesen y tomasen una canoa para traerla, y la trajeron y se repartió por todos los compañeros, de manera que a cada uno le cupo de comer para V ó VI días, que no fue poco sino mucho remedio para todos. Esta vaca* venía recién muerta, porque estaba caliente y no traía ninguna herida. / Acabado de adobar el bergantín y clavos, para adobar el grande partimos de este asiento y fuimos caminando y buscando aparejo o playa para lo sacar y adobar de lo necesario. Día de San Salvador, que es la transfiguración de Ntro. Redentor Jesucristo, hallamos la dicha playa que buscábamos, donde se adobaron de todo entrambos bergantines y se les hizo sus jarcias de yerbas y cabos para la mar, y velas de las mantas en que dormíamos, y se les pusieron sus mástiles; tardóse de hacer la dicha obra XIII días, de continua y ordinaria penitencia, por la mucha hambre y poca comida que había, que no se comía sino lo que se mariscaba a la lengua del río, que eran unos caracolejos y unos cangrejos bermejuelas del tamaño de ranas; y estos iban a tomar la mitad de los compañeros y la otra quedaban trabajando: desta manera y con este trabajo concluimos la dicha obra, que no fue pequeña alegría para nuestros compañeros, los que tenían echado aparte tan gran trabajo. /. Salimos de este asiento a VIII días del mes de agosto, bien o mal proveídos, según nuestra poca posibilidad, porque muchas cosas nos faltaban de que teníamos necesidad; pero como estábamos en parte que no lo podíamos haber, pasábamos nuestro trabajo como mejor podíamos. De aquí fuimos a la vela aguardando la marea, dando bordos a un cabo y a otro, que bien había; por donde seguimos el río era ancho, aunque íbamos entre islas, pues no estábamos en poco peligro cuando aguardábamos la marea; pero como no teníamos rejones estábamos amarrados a unas piedras, echábamos por portalles y teníamos tan mal que nos acontecía muchas veces garrar y volver el río arriba en una hora más que habíamos andado en todo el día. Quiso nuestro Dios, no mirando a nuestros pecados, de nos sacar de estos peligros y hacemos tantas mercedes que no permitió que muriésemos de hambre ni padeciésemos naufrago, del cual estábamos muy cerca muchas veces, hallándonos en seco, ya todos en el agua, pidiendo a Dios misericordia; y según las veces que tocaron y se dieron golpes puédase crecer que Dios, de poder absoluto, nos quiso librar porque nos enmendásemos o para otro misterio que su Divina Majestad guardado (tenía), que así los hombres no alcanzamos, fuimos caminando continuamente por poblado, donde nos proveímos de alguna comida, aunque poca los indios la tenían alzada; pero hallábamos algunas raíces, que llamaban inanes, que a no las hallar todos pereciéramos de hambre; así salimos muy faltos de bastimentos. En todos estos pueblos nos esperaban los indios sin armas, porque es gente muy doméstica y nos daban señas cómo habían visto cristianos. Estos indio están a la boca del río por donde salimos, donde tomamos agua cada uno un cántaro, y unos a medio almuz de maíz tostado, y otros menos, y otros con raíces, y de esta manera nos pusimos a punto de navegar por la mar, por donde la ventura nos guiase y echase, porque nosotros no teníamos piloto ni aguja, ni carta ninguna de navegar, ni sabíamos por qué parte o a qué cabo habíamos de echar. Por todas estas cosas suplió nuestro maestro y redentor Jesucristo, el cual teníamos por verdadero piloto y guía, confiando en su Sacratísima Majestad que Él nos acarreara y llevara a tierra de cristianos. Toda la gente que hay en este río y hemos pasado, como hemos dicho, es gente de mucha razón y hombres ingeniosos, según que vimos y parecían por todas las obras que hacen, así de bulto como dibujos y pinturas de todas colores, muy vivísimas, que es cosa maravillosa de ver. / Salimos de la boca de este río por entre dos islas, que había de la una a la otra cuatro leguas por medio río, y todo él junto, según arriba le vimos, tendrá de punta a punta sobre cincuenta leguas; mete en la mar el agua dulce más de XXV leguas; crece y mengua seis o siete brazas. Salimos, como dije, a XXVI días del mes de agosto, día de San Luís, e hízonos tan buen tiempo que nunca por río ni por la mar tuvimos aguaceros, que no fue poco milagro que Ntro. Señor Dios obró con nosotros.

Yo, fray Gaspar de Carvajal, el menor de los religiosos de la Orden de nuestro religioso Padre Santo Domingo, he querido tomar este poco trabajo y suceso de nuestro camino y navegación, así para decirla y notificar la verdad en todo ello, como para quitar ocasiones a muchos que quieran contar esta nueva peregrinación, o al revés de cómo lo hemos pasado y visto; y es verdad en todo (lo) que yo he visto he escrito y contando y porque la prodigalidad engendra fastidio, y así, superficial y sumariamente, he relatado lo que ha pasado por el Capitán Francisco de Orellana y por los hidalgos de su compañía y compañeros que salimos con él del real de Gonzalo Pizarro, hermano de D. Francisco Pizarro, Marqués y Gobernador del Perú. SEA DIOS LOADO. Amén.