Reformas urgentes

Somos una nación a punto de dejar de ser adolescente, escribía con entusiasmo Luis Alberto Sánchez, hace ya más de dos décadas en la reedición actualizada de su libro  “Perú, retrato de un país adolescente”. El optimismo del maestro no presagió, sin embargo, que un nubarrón oscuro y protervo se insinuaba en el horizonte de un país que hacía apenas unos diez años atrás había reconquistado la democracia como sistema de gobierno y de convivencia ciudadana. Con ese nubarrón dictatorial, que no tardó mucho tiempo en descargarse, llegaron un montón de gérmenes infectantes que contaminaron de cabo a rabo la política peruana, contribuyendo no sólo a desprestigiarla más de la que ya estaba sino a retraerla a una categoría de cantina callejonera, de caverna azufrada, de ignominia parlantera.

Para entonces, ya se habían realizado cuatro elecciones parlamentarias bajo la modalidad de votación preferencial. La primera oportunidad en la que fue aplicada esta modalidad, -las elecciones para la asamblea constituyente de 1978-, el electorado y, en especial, la militancia de los partidos respondieron de manera contundente: los líderes más preclaros alcanzaron una avalancha de votos respecto de quienes les seguían en la estructura partidaria en importancia jerárquica, intelectual o funcional. Haya de la Torre, por ejemplo, sumó más de 1 millón de votos preferenciales pues la consigna de marcar el C-1 fue una demostración aprista de solidez partidaria y de rechazo al novísimo sistema de votación preferencial. Era evidente que tras la declarada y aparente buena intención de propiciar la democracia interna y la renovación de los partidos, se escondían varios de esos fagocitadores gérmenes que una vez inoculados en los tejidos partidarios dieron origen a los cánceres de diversos tipos que hoy afectan la salud de la política peruana.

Así, llegamos a las elecciones generales de 1980, 1985 y 1990. En todas ellas siguió primando la calidad del candidato, por encima de la inversión monetaria de cada quien, aunque a decir verdad, en la segunda y en la tercera elección, en menor y en escasa medida, respectivamente. Con el fujimontesinismo inaugurando la era de los movimientos independientes y de la donación alimentaria, material y monetaria como argumento central, el panorama que se venía sería desolador para los partidos. La competencia entre candidatos de una misma agrupación política se había vuelto feroz, sangrienta, roja, encarnizada, lo que dio lugar a una canibalización y a un debilitamiento estructural y funcional partidario que no tiene precedentes y que subsiste hasta nuestros días.

Es verdad, como ya hemos dicho, que el propósito primigenio de la votación preferencial, es loable, si lo vemos desde el punto de vista de la renovación, pero paradójicamente trajo un resultado completamente contrario al esperado, pues en lugar de remozar a las instituciones políticas con nuevos cuadros predispuso más bien el atornillamiento sin plazo determinado de los parlamentarios y un atrincheramiento electorero que degeneró en clientelismos, padrinazgos, irrespeto estatutario, conflictos puramente candidatiles, y, en consecuencia, la pérdida de credibilidad de las organizaciones políticas. Debo reconocer que incluso el Partido Aprista, del que soy fiel, apasionado y profeso militante, fue contaminado de esta práctica nociva del que tardaremos años en recuperarnos. Ese atornillamiento produjo, a su vez, un embalse de expectativas políticas en las militancias que es una de las causas del transfuguismo que es pan de todos los días en las regiones y provincias, especialmente en aquellas en las que los movimientos independientes se sustentan en elevadas partidas financieras extraídas de los inversionistas electorales y del presupuesto público que administran.

Reflexionando sobre el tema, he pensado que este efecto refractario que hemos señalado se debe a que la implementación de la votación preferencial no fue acompañada de dos medidas complementarias y básicas: una, la no reelección (por lo menos la inmediata, no, al igual que la del presidente de la República) de los congresistas, la que debería extenderse a todos los cargos por elección popular que incluyen a alcaldes, regidores, presidentes regionales y consejeros. De esa manera, le quitamos piso a ese mal hábito que tienen muchos de volverse papá noeles durante todo el año con la plata del pueblo, olvidándose de su responsabilidad de gobernar y disponiendo del presupuesto a su antojo con el fin de hacer fanfarria electoral, farra de millones, jarana crediticia, y todo aquello que le permita su reelección. Esta no reelección inmediata sería decisiva, además, para eliminar de nuestra legislación la figura de la revocatoria (¿cuál sería el objeto de revocar a una pésima autoridad si sabemos que se irá pronto?), y obligaría a los partidos políticos a formar permanentemente cuadros de altísimo nivel político y técnico que estén listos para asumir cargos por elección popular o por designación.

La otra medida sería la de reducir los sueldos de la representación popular. En el pasado, los regidores se llamaban síndicos, no recibían dietas, ni gollerías  y su impulso político venía de su entera vocación de servicio para cooperar con su ciudad, con su provincia, con su país. He conocido a un ex síndico de gastos que ponía de su bolsillo para balancear la tesorería municipal y a un ex síndico de limpieza pública que supervisaba personalmente el recojo de residuos sólidos, cuadrando a los vecinos que ensuciaban la ciudad. ¡Y lo hacían sin dejar el trabajo con el que sostenían sus familias!. Después vinieron las dietas, jugosísimas y escandalosas algunas, hasta que Alan García en su afán de cumplir su meta de reducir los gastos corrientes en  su gobierno, dispuso que el monto de las dietas se calcularan en función a la población que representan los regidores y a los ingresos propios de las municipalidades. ¡Los regidores pegaron el grito al cielo, pero no se cayó el mundo por ello!. Igualmente estableció un tope para los sueldos de los congresistas, aunque estos fueron vivazos y se repusieron sus montos con otras denominaciones. ¿No se dice acaso que se está en política por vocación de servicio?.

Es el momento de pensar en estas reformas urgentes. El país urge de ejemplos. Los jóvenes necesitan de paradigmas, de moldes, de biografías austeras y relevantes.

1 COMENTARIO

  1. ud. habla y comenta tan bonito pero digame eso nos hace insencibles a lo que vivimos, le digo esto porque hay un pobre perrito fuera de su casa que pasa hambre frio y esta expuesto a tantos peligro que al parecer le da igual digame si un animal no siente si ud. no nse da cuenta del dolor de un animal que vive afuera de su casa yque me imagino que muchas veces se tropezara con el como ud. puede darse cta del el resto de la problematica , sr. tenga corazon.

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