En una amena conversación por el chat con la poeta Ana Varela comentábamos sobre la obra de Rivera. Me dijo que para muchos La vorágine es la línea de base de la novela amazónica. Me quedé con ese dato. Puede que sea, me dije. Me sumergí buscando esos trazos y como Rivera troquela la novela. En el caso de La vorágine tenemos que el protagonista  es una persona de fuera, que va para la selva huyendo de los pleitos en los que estaba metido – este es un rasgo de la novela de la floresta a tener en cuenta, personajes que se alejan de la ciudad para ir a la selva o puede ser al contrario que regresan a la selva para resarcirse con la naturaleza – muchos de los personajes de La Casa Verde, por ejemplo. Un dato bio- geográfico, Rivera no es un escritor que haya nacido allí, como muchos que han escrito sobre el marjal, marchamo que viene desde los primeros viajeros imperiales extremeños. Para escribir sobre la selva no es condición haber nacido allí pero tiene esto una gran carga. Para muchos esta situación es un reparo. Su condición de ser de fuera hace que lo que escribe es descriptivo, moteado de prejuicios y superficial. A ratos en la novela de Rivera encontramos esas señas, pero un escritor o escritora amazónica también puede cometer el mismo error. Hay un hecho que puede ser un marbete que está presente en la novela de Rivera y que persiste hasta nuestros días: en la obra  está presente la denuncia social. En la floresta las obras literarias tienen que tener ese sesgo de denuncia quien no la tiene pareciera que no tiene colmillo ante las injusticias – ¿la selva es un mar de injusticias? O ¿es la tierra sin mal? Como lector o lectora, una novela que no cumpla este requisito de la denuncia puede quedar insatisfecha. Le faltó mordiente, comentarían. Mientras que en otros lugares del orbe las obras literarias exploran más las situaciones subjetivas que la denuncia social. Volviendo a La vorágine se puede ver que el narrador, a través de un personaje, habla sobre los sucesos del Putumayo – insisto, no era un dato nuevo porque las denuncias de Saldaña, Valcárcel, Casement ya se conocían. Es más, en la ciudad de Iquitos también estaban al tanto de las atrocidades cometidas por los caucheros peruanos. Solo que las denuncias de Rivera eran recogidas en una novela que tuvo repercusión mundial y parece que eso sí ofendió a la población iquiteña que los trapos sucios se lavaran fuera de casa sí que ofendió. Es que en la selva la ficción y la realidad son como los siameses, van de la mano, y para adulterar esa realidad hay que hilar muy fino.

https://notasdenavegacion.wordpress.com/