Los españoles que navegaron con Francisco de Orellana no se quejaron nunca de la suculenta, variada y deliciosa comida selvática de ese tiempo. Comieron hasta el hartazgo, bebieron sin tregua y fueron salvados del hambre que traían desde sus tierras, desde el pobre potaje conocido como polenta. Los españoles de hoy tampoco pueden quejarse de la mano maestra de Luis Arévalo. Amazónico por los cuatro costados, iquiteño para más datos, el citado ha conseguido lo que pocos consiguen fuera de sus lugares: imponer su nombre y su talento. El rubro elegido es el de la cocina y hasta el presente el citado ha logrado imponerse en un medio donde el paladar es bastante exigente. Escribimos sobre Madrid. Su carrera gastronómica es vertiginosa, sorprendente, y en la actualidad es dueño de su propio restaurante. En estos días Luis Arévalo está en nuestro país, participando en esa muestra gastronómica de fuste conocido como Mistura. Desde aquí, desde la tierra, este diario saluda a tan diestro compatriota de los verdores y le desea una feliz estancia en el Perú de los tantos sabores y sazones. Ya habrá tiempo para que venga por Iquitos.