Con el nuevo escenario electoral en España los grupos de poder económico y mediático azuzan con el miedo e inflaman los adjetivos contra los nuevos actores políticos. Más en una población que tiene aversión al riesgo desde la transición española. Atizan con fuego la zona de comodidad de la clase media que de por sí es conservadora y muy temerosa. Como es su estilo, estos medios, juegan con gasolina. En las campañas electorales los medios de comunicación dejan de ser neutrales, se ponen la camiseta y así juegan su propio partido. Por ejemplo, a aquellas agrupaciones que no son de su cuerda, le dan mucho palo y maldiciones. Es más se inventan noticias. Hay una delirante que se publicó un día antes del cierre de la campaña que los presos de ETA querían que saliera elegido un movimiento de tendencia progresista. Causó más que una carcajada esa noticia. Le replicaron que los presos por corrupción querían que saliera el partido de gobierno que no hace ascos a la corrupción, es más, convive con ella. Estas inquinas tienen directrices y deben cuidar la mano que les da de comer. Aquí está demostrado que la libertad de empresa está por encima de la llamada libertad de expresión que tanto se enjuagaban la boca los sectores conservadores. Y en esta campaña de ir creando miedo a la población, repelús contra los nuevos actores políticos se les llama radicales de izquierda. Parece broma pero es cierto, pero todo lo que suena a izquierda o fuerzas progresistas para este sector de la prensa son los radicales. He escuchado que también les llama comunistas (no saben que el comunismo ha muerto). Un liberal dogmático y extremo nunca es llamado radical. Pero los otros, sí. Las políticas de austeridad y de los recortes de los derechos sociales son medidas por la estabilidad (no de inequidad), nunca son llamados que son decisiones de talibanes liberales. Gana la desmesura en las tierras de Sancho.

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