Solo los que creen –algunos con ingenuidad y otros con perversidad- que el proceso electoral para elegir autoridades regionales y municipales del 2018 es la primera experiencia del sistema pueden empeñarse en anunciar alianzas, posibilitar acuerdos y gastar en promociones enclenques de candidaturas conjuntas. Los que tenemos cierta experiencia y conocimiento de la historia electoral del país y de la región sabemos que los abrazos de hoy se convertirán en los cuchillos en la espalda de mañana. Y no hay por qué alarmarse. El sistema fenicio e hipocritón que impera en las elecciones de la patria hace de ello un común denominador. Y lleva a una conclusión que debe mentalizarse en los que aún tienen mente: cualquiera puede ganar, depende cómo diseñen la campaña y cómo sean recibidos por el electorado.
Mientras tanto hay que seguir apreciando con beneplácito la bufonería de unos, la sensiblería de otros y la huachafería de la mayoría de los que pretenden convertirse en protagonistas de la campaña electoral. Por eso no debe desesperar que haya candidatos no agrupados, postulantes inorgánicos y/o orgánicos, pretendientes en busca de vientres de alquiler y, también, partidos y movimientos ya inscritos que buscan afanosamente quien los represente.
Y en ambos casos no vayan a creer que las alianzas preliminares tienen parámetros. Ha cambiado tanto la composición de las candidaturas que lo último que se pone como requisito es que exista una coincidencia ideológica. Todos los acuerdos o sociedades electorales que se han mostrado en público y las que han muerto en el intento privado han priorizado la popularidad personal de los protagonistas. No sólo para alianzas sino para despojos. Lo más risible es que todo ello se basa en un empirismo que ya se creía alejado de las campañas en estos tiempos donde la teoría electoral es abundante y determinante para la toma de decisiones.
Todas las “unidades” hechas públicas hasta el momento han sido de una precariedad asombrosa y deprimente. Porque se han hecho sólo bajo la premisa que llevará al triunfo electoral y no a un buen gobierno. Como si ya no tuviéramos suficiente con experiencias anteriores, los políticos de la generación que está por irse se empeñan en menospreciar la inteligencia del electorado y, una vez más, intentan aprovecharse de las circunstancias. No buscan compromiso por un plan de gobierno o una propuesta de lo que harán en los primeros cien días para acabar con todo lo que se ha instalado en la administración regional y municipal en los últimos años. Como dice la canción “nuestro primer compromiso fue no tener compromisos”.
Así que no cunda el pánico entre los precandidatos y los que representan a los partidos políticos. Aún no hemos visto lo peor de las alianzas y reacomodos. Luego del cierre del plazo de inscripción se verá lo que tenemos en vitrina y, habrá más que una sorpresa.