No hay diario en el mundo, al menos de una parte de él, que no celebre el día de San Valentín. El pobre santo es jaleado de un lado para otro esa fecha y él seguramente con mirada confusa y al borde de un grito histérico rezongaría ¿qué he hecho para merecer esto? El vapuleado santo sigue en su desconcierto con lo que observa cómo se celebra su día. Primero, dijeron que era el día de los enamorados. Bacán. Luego trataron de maquillarlo con el día de la amistad. Todavía más grande aunque creo que eso de ampliar beneficiarios del día se debía a un criterio más crematístico, porque los y las que estaban en amores no eran tantos. Luego de sumas y restas decidieron ampliarlos. Pero en esta celebración hay una suma de causalidades, muchas veces, alimentado y aumentado por la prensa, sea ésta digital o impresa. Como el atrezo de ese día son todos corazones y el color rojo – como los colores del año nuevo chino. El corazón es el órgano- símbolo de ese día, aunque sabemos que todo esto ocurre en nuestro cerebro y es una suma química de eso que llamamos amor. Además ese día, la bondad y el buen rollo se derraman por toda la faz de la tierra – se ensayan sonrisas flojas y frases cursis. Si hay un puente, seguramente, osados amantes colgaran un candado – siendo el acto más huachafo (hortera) de ese momento. No sé, percibo que por lo menos un día nos sentimos ñoños, al menos en una parte de la tierra (quien no ha sido ñoño una vez en su vida que tire la primera piedra). Me refiero de este lado del hemisferio. Pero este día siempre me ha llamado la atención porque hablan de San Valentín y los diarios lo relacionan, casi de inmediato, conque los hoteles por ese día están al borde del lleno total o recomiendan comidas afrodisiacas que aviven la pasión ¿es el día de la amistad o del sexo?, ¿es que amor y sexo van juntos?, ¿hay amor sin sexo?, ¿sexo sin amor?, ¿por qué no lo decimos claramente? Qué lío. Miro a San Valentín y el pobre santo está sentado en un rincón tapándose los ojos.