Escribe: Percy Vílchez
La guerra contra el asombroso incremento de la delincuencia actual es todavía una batalla perdida. Las autoridades no saben qué hacer para enfrentarse a ese fenómeno nunca antes visto o conocido. Por todas partes reina el temor y la incertidumbre y los hampones hacen de la suyas con eficacia y descaro. En esas circunstancias adversas fue que surgió una extraña iniciativa para intentar frenar a los forajidos. Resulta que a alguien se le ocurrió prohibir el tránsito de personas encapuchadas por las calles, argumentando que eso iba a disuadir a los asaltantes o criminales. Nada más absurdo.
Porque el domingo 3 de este setiembre del 2023 avezados sicarios, con el rostro descubierto, asesinaron al abogado Serman de la Cruz. Los criminales no necesitaron cubrirse el rostro y así cumplieron con su cometido. Y nadie ni les identificó ni les detuvo. La increíble medida de prohibir el tránsito de los encapuchados es entonces una acción errante, una disposición ridícula. Es, además, una evidencia palmaria de la ineficacia de las autoridades locales. Por lo demás, en las calles de Iquitos los encapuchados siguen circulando a sus anchas, mandando al tacho ese dispositivo que tiene rango de ordenanza municipal.
La población en general sigue entonces desamparada. Para nosotros, cronistas de este medio, no hay solución a la vista de parte de la acción policial, menos gracias a las iniciativas de las autoridades. La salida está en otra parte. En la experiencia de las rondas urbanas que en la década del setenta inundaron los nacientes pueblos jóvenes, cumpliendo una eficaz labor de vigilancia. Es decir, la población se organizó para combatir a la delincuencia. En base a esa provechosa experiencia, se podría extender las rondas urbanas a cada calle de la ciudad, invocando a cada ciudadano su participación en las jornadas de vigilancia.