Privados

ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

Seguramente todos hemos tenido problemas con nuestro servicio de cable y, también, con los planes que ofrecen las empresas de telefonía celular, además de las dificultades que padece quien acude a las oficinas bancarias y las penurias que se debe pasar cuando le han “clonado” la tarjeta de crédito. Y ni qué se diga de los cobros indebidos que perpetran las entidades bancarias que, de sol en sol, se van llenando de dinero que no les pertenece. Pues en esta nota se explica algunos de esos casos.

En menos de veinticuatro horas los siete soles fueron devueltos a mi cuenta. Lo que demuestra varias cosas. La primera que el cobro era indebido. Y la segunda es a manera de pregunta: ¿cuántas personas a quienes se cobra indebidamente reclaman y reciben la devolución del dinero sustraído ilegal e injustamente?

No había reparado tanto en el detalle hasta que la mañana del sábado en una entidad bancaria un atento guachimán trató de impedirme que ingrese a la agencia con una gorra. No explicaba razones, sólo pedía que me quitara el objeto. Luego me explicaría el empleado bancario de una de las ventanillas que era por motivos de seguridad. Y es que en las empresas privadas también se puede percibir órdenes que no tienen en cuenta la realidad. Y quienes las imparten creen que Perú es una unidad, que todo es uniforme. Evidentemente lo que vale para las oficinas de Lima –o Trujillo- no es prudente aplicarlas en Iquitos o tampoco en Requena, menos en cualquier distrito del interior. Y es que uno observa las colas inhumanas y escucha las quejas de los usuarios y no tiene más opción que aceptar que algo pasa en las mentes casi lúcidas de las empresas privadas para que intenten aplicar normas para todo el país. Pues ya es una verdad inobjetable que vivimos en realidades diferentes. Lo que sirve para Lima puede no servir para el resto del país. O viceversa.

Otro tanto –en cuanto al distanciamiento de la realidad- sucede con las empresas de servicios. La telefonía, por ejemplo. O el servicio de cable. Pues el servicio que ofrecen tiene sus bemoles. Uno de ellos es que, por ejemplo, cuando se presentan problemas climatológicos la señal del cable se congela. Y uno puede quedarse con las ganas de continuar viendo su serie favorita o limitarse a escuchar el partido de la fecha tan sólo por radio. Y nadie le da las explicaciones del caso y mucho menos el descuento obligado ante un servicio que no recibe. Los empleados de la empresa que brinda ese servicio deberían –mínimo- informar a los clientes que cuando se presenten problemas de clima simplemente la imagen se congelará. Y en cuanto al servicio de celular la situación es más deplorable. Pues con el mismo aparato y el mismo plan usted puede que no tenga la misma calidad de servicio en Iquitos y en Lima. Pero nadie en la empresa te informa al respecto. Lo más lógico y justo sería que cualquiera de aquellos que se encuentran en la “plataforma” entregue todos los detalles para que el cliente decida si contrata o no el mismo. Pero salen con aquello que ya no se puede ni cambiar de plan ni cambiar de equipo porque en esa disyuntiva te coloca la empresa. Sin importarle que lo más importante en este mundo es tener clientes satisfechos. Hace algunos días tuve la desdicha de acudir en Lima a una oficina de una empresa de telefonía celular y un empleado cortésmente informaba que no era posible ninguna atención. La razón era simple: no había sistema. Y cuando varios preguntaban en qué tiempo regresaría “el sistema” recibíamos como respuesta: “no podemos informarle de eso porque no sabemos”. Eso es un atropello no sólo a los clientes, sino un desprecio terrible a la condición humana. Pero esas cosas suceden.

Hace un par de semanas una entidad bancaria, a sugerencia del empleado de “plataforma”, me convenció que debería reemplazar la tarjeta de crédito que poseía. Argumentaba que la banda magnética estaba deteriorada y que el reemplazo no tendría ningún costo. Dudando de esa aseveración pregunté: ¿seguro que no tiene ningún costo? Ante la respuesta quedé tranquilo hasta que en un par de días reviso mi estado de cuenta y el banco me había cobrado siete soles por cambio de tarjeta. Inmediatamente acudí a la “plataforma” y el empleado no quiso recibir mi reclamo aduciendo que debería ir a otra oficina porque en esa no se aceptaban esos reclamos. Ante mi petición que esa respuesta la quería por escrito no tuvo otra opción que admitir mi reclamo con una frase: “en quince días le responderán”. En menos de veinticuatro horas los siete soles fueron devueltos a mi cuenta. Lo que demuestra varias cosas. La primera que el cobro era indebido. Y la segunda es a manera de pregunta: ¿cuántas personas a quienes se cobra indebidamente reclaman y reciben la devolución del dinero sustraído ilegal e injustamente? Y, según he podido comprobar, existen varias personas cuyos derechos fundamentales se han vulnerado. Uno de esos derechos es, por ejemplo, cuando se tiene la desventura que un desalmado clone la tarjeta de crédito y retire el dinero que el banco custodia. Ante esos casos el banco se hace de la vista gorda y la mano larga. Nos deja desprotegido. Cuando la realidad es que el banco tiene la obligación de custodiar nuestro dinero. Pero uno acude con ese reclamo y simplemente le envuelven en explicaciones absurdas y cantinflescas. Lo que procede en estos casos es demandar a la entidad bancaria y no hay posibilidad que uno sea el agraviado. Pues es el banco quien tiene la responsabilidad de protegernos de los malhechores.