[ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel].


En el periódico, rápidamente descubre a la gente que lo rodeará: el Director, un hombre de confianza del dueño, completamente ajeno al control de la noticia y más preocupado por la relaciones públicas. Pero en el camino encontrará también a Pepe Ríos, viejo amigo de su padre, hombre jaranero, decidor, lector agudo, periodista de vieja data que es, además de una fuente de consulta de libros, datos y cosas importantes sobre ortografía y gramática.


El relato que sigue es un ejercicio periodístico donde la imaginación vuela con los dedos en el ordenador. El autor, de un solo tirón, ha querido hablar en abstracto con cabos sueltos y nudos no tan amarrados. Demás está decir que cualquier parecido con la realidad es no solo una mera coincidencia sino una atrevida provocación. En medio de la bulla radionovelesca en que se ha convertido las mañanas noticiosas y mientras gana mayor vigencia la información hueca de los casos policiales es bueno dar rienda suelta a la imaginación. Quien escribe este relato ha querido con esta entrega matar varios demonios, de los tantos que habitan en su ser. Unos mueren otros nacen, a los demonios nos referimos. Así que entre palabras y palabras descubra qué se esconde detrás de este relato con inicio y final de periodismo de ficción, si es que existe la categoría.


Carlos Vásquez tiene 25 años. Es joven, inteligente, idealista y, además, valiente.  Además, de ello, proviene de una familia de clase media disfuncional que se ha desintegrado con el tiempo. Son los primeros días del año y la coyuntura política ha generado una crisis en la cual se ha movido un nuevo alcalde, y el candidato principal ha ganado. Paralelamente, una serie de acontecimientos vinculados con protestas contra el gobierno central se han generado con mayor fuerza.

El padre de Carlos es un hombre ausente, entregado a una vida de alcohol. Antaño fue un acomodado obrero petrolero. Luego, con la crisis económica fue despedido y se sumió en un estado depresivo que devino en el vicio. La madre se ha ido resignando a la idea de que su hijo Carlos, el menor de tres, se ha ido perfilando en alguien que ella no hubiera querido. En tanto, ella ha ido dedicándose lentamente a sus labores como dependiente de una modesta tienda de comida en un mercado local. Su hermana mayor se concentra en apoyar a su madre, además de estar casada con un maestro que no la ayuda en mucho. Su hermano se fue hace tiempo a España, y allí vive como ilegal, de vez en cuando se comunica con Carlos y le envía algunos de los libros que no puede encontrar en Iquitos.

Carlos es un joven prometedor, pero al mismo tiempo tiene una frustración muy intensa. Porque la figura paterna se fue perdiendo desde muy pequeña, además del carácter disoluto y distante del padre. Frustrado porque sabe que su madre ha enfermado gravemente con una dolencia que parece tenerla muy maltratada y que a pesar de saber que no puede hacer ningún tipo de esfuerzo, ella lo hace por necesidad económica, porque además quiere obviar la pena de los últimos tiempos. Carlos además se siente frustrado porque ha abandonado una carrera que no le interesaba en lo más mínimo, Ingeniería Forestal, y ha dejado las prácticas que su tío, el buen arquitecto Alberto Vásquez, empresario ligado al sector construcción, le brindaba en una empresa que le pagaba más que el promedio que a los chicos de su calidad. Carlos ha ido encontrando con el paso del tiempo que le gusta mucho leer, que le gusta mucho opinar y, además, cree fervientemente que le interesa, por sobre todas las cosas, hacer justicia a través del ejercicio de las comunicaciones.

La familia de Carlos ha tenido una historia y un linaje muy importantes en la ciudad. Su padre ganaba mucho dinero en la petrolera, y su madre era una de las hijas predilectas de una distinguida familia de clase alta. El nivel y el status con que vivían era bastante alto. Con la crisis, el padre es despedido de la empresa, y rápidamente empiezan a dejar sus lujos. Paralelamente todos los ahorros que tenían fueron colocados en una cooperativa que quiebra en el acto, licuando todo el dinero. El deja el colegio particular donde se encontraba y tiene que pasar a uno nacional. Solo los contactos de un padrino muy poderoso y el apoyo del cura director lo mantienen en el colegio. Igual, su familia ya lo ha ido perdiendo todo. Su hermana abandona la universidad particular y su hermano pronto se aburre de Iquitos y deja la familia.

Carlos ha ido con el paso del tiempo, a través de la actividad universitaria, buscando algunas ideas a través de la lectura de los libros, de las cosas que lee en la prensa local, de los comentarios de los locutores radiales y los presentadores de televisión. Además, ha ido haciendo un paralelo con el trabajo que se ha hecho en la prensa nacional e internacional y siente que hay una gran crisis del rubro a nivel local. Él quiere cambiar eso.

Para ello, sin que se entere su madre, busca a su padrino, un hombre muy querido en la comunidad que es amigo de mucha gente y le pide que interceda por él para que pueda entrar a buscar prácticas en algún diario de la localidad. Anteriormente, Carlos ha escrito algunos artículos sobre política y actualidad en algunos diarios, gracias al apoyo del padrino.  El padrino le consigue una cita con el dueño de La Razón, el diario oficial de la localidad. El dueño de La Razón, un hombre bastante directo y sin tapujos, señala que el joven Carlos podría funcionar en la sección Policiales del diario, que además funciona como anexo y sucursal de un canal de televisión.

Paralelamente, vemos el caso de la personalidad de Carlos. Es un hombre solitario, que poco a poco se ha ido aislando de su familia. Muy raras veces se encuentra con ellos. Hace un tiempo ha ido manteniendo una cierta independencia de su madre, que solo le ha dado un espacio del cuarto donde vive, pero jamás se ha dado cuenta que cada vez menos ha ido Carlos a la universidad. Además, tiene una manía por creer que todos son culpables. Duda de todo, pregunta por cualquier asunto, además tiene cierta neurosis de persecución y obsesiva perfección. Escribe mucho, casi todo en papeles, porque no tiene computadora, salvo cuando usa internet, del cual se ha hecho adicto para bajar toda la información que necesita, en USB. Pasa en bibliotecas y escuchando programas. Además, se encuentra enamorado de Vanessa, que es una chica agradable del barrio que estudia secretariado y planea algún día viajar a conocer Colombia y conocer a Carlos Vives.

En el periódico, rápidamente descubre a la gente que lo rodeará: el Director, un hombre de confianza del dueño, completamente ajeno al control de la noticia y más preocupado por la relaciones públicas. Pero en el camino encontrará también a Pepe Ríos, viejo amigo de su padre, hombre jaranero, decidor, lector agudo, periodista de vieja data que es, además de una fuente de consulta de libros, datos y cosas importantes sobre ortografía y gramática. Pepe, además se ha ido haciendo muy amigo de Carlos, pero sobre todo una suerte de sustituto del padre, a quien conoce mucho, pero en el pasado, y lo ha dejado de frecuentar. Pepe es grosero, hostil y a veces muy poco comprendido en la comunidad, porque parece ser algo así como una leyenda viviente del oficio, debido a su innato talento para descubrir noticias y para la crónica roja.

Además, Pepe lo convoca al equipo de Policiales, en el que se encuentra Augusto, el fotógrafo/camarógrafo, y Coqui, el reportero de todas las mañanas. El equipo de Policiales lo completa Delicia, la reportera sensual de las mañanas, ambiciosa, bastante deslenguada, arribista, de la que Carlos empieza a sentirse extrañamente atraído. Además completa el quinteto el diseñador, un pata divertido y alocado que le gusta la buena vida y tener registros fotográficos de todas las mujeres con quienes se acuesta.

En medio de este panorama, es donde empieza a conocer a los personajes más disímiles del mundo periodístico. La primera acción que le pide Pepe Ríos es reunirse con todo el personal de Policiales y tirarse su primera gran borrachera en un local de mala muerte. Carlos queda destruido y en medio de esa situación, se queda dormido.

A las cinco de la mañana del día, recibe una llamada. Es de Pepe, que le comunica su primer caso: El asesinato de un joven regidor. Carlos se mete con todo en el tema y descubre que detrás del crimen está un empresario influyente de la ciudad que ha pagado por la muerte del asesinado, por el silencio de los autores, por la indiferencia de los periodistas y por el desvío de las investigaciones policiales. Luego de ese descubrimiento el periodista solo piensa en la muerte no sólo de él sino del oficio al que ha dedicado los últimos años de su existencia.