ESCRIBE: Percy Vílchez Vela

El señor Neyer Mozombite Tuanana es un ciudadano que aparentemente se dedica a la docencia en un colegio particular de Iquitos. Es experto en la ciencia de los números y nada le distingue de los demás profesores y parece desde lejos o desde cerca un hombre normal. Pero las apariencias engañan porque detrás de su careta, de sus sumas y sus restas, de sus operaciones con los números, vive un sujeto avezado, oportunista y aprovechador. Tanto que actualmente ha caído en manos de la justicia. Es que recién comienza el año escolar en este 2023 y el referido acaba de ser denunciado por acoso sexual a una de sus alumnas. Es decir, el citado ha iniciado una nefasta vertiente que enturbia la vida de los salones de clase en esta región y en el país entero.

Para inaugurar esa modalidad acostumbrada del delito escolar, Neyer Mozombite ha utilizado la trampa de la nota aprobatoria, del paso de año y algunas gollerías como regalo a la víctima. El arma que empleó el depravado maestro es la red social mediante la cual se puso en contacto con la alumna escogida por los bajos instintos del docente de marras, enviándole inclusive fotos de su miembro viril. Es decir, se trató de un acoso en regla que no se detuvo ante nada. El sujeto esperaba que en algún momento la víctima iba a acceder a sus enfermizos requerimientos y seguía en sus trece, alejándose del dictado de sus clases. Era cuestión de esperar para consumar la aberración sexual. Pero algo falló.

La víctima no se quedó en silencio y tuvo el coraje de contar a sus padres las propuestas del acosador. Ellos entonces acudieron a las oficinas de la Defensoría del Pueblo para denunciar el hecho. Ese acto es muy importante porque se conoce casos en que las víctimas no denuncian y permiten que el acoso siga de largo. Así renuncian a la defensa y permiten que el abuso se ejecute. Cuántos casos de esa índole suceden en las aulas que nunca se conocen. La Defensoría, luego de las investigaciones de rigor, trasladó el asunto a la Policía, que detuvo al mal profesor mientras dictaba clases en el colegio Corpus Christi.

El profesor del acoso pretendió negar su delito, intentó salirse por la tangente e, inclusive, buscó culpar a la víctima. Pero las pruebas en su contra eran demasiado evidentes y ahora tiene que responder ante la justicia. El episodio podría ser una advertencia a los demás profesores que tienen la costumbre de acosar a sus alumnas con el cuento de la nota, la aprobación del curso y otros beneficios, a cambio de trato sexual. El suceso rompió los fuegos en el campo de un delito que debería ser tomado en cuenta con más seriedad, para velar por la integridad de las alumnas y para evitar la incidencia del delito de esa índole en los salones.

El primer acosador sexual del presente año se encuentra en prisión. Ese hecho es todo un acierto y revela que es posible combatir contra ese delito gracias a la denuncia puntual, sin miedos y sin renuncias. El caso de Neyer Mozombite debería ser una alerta para los otros docentes acosadores que buscan aprovecharse sexualmente de las estudiantes. Es tiempo de incentivar las respectivas denuncias para acabar con uno de los flagelos más perniciosos que enturbian la vida de los salones.