El miedo juega un papel importante en la vida de los seres humanos; ya que pone en alerta al cuerpo e incrementa las habilidades para hacer frente a todo tipo de peligros. Uno de los miedos más comunes es a la oscuridad.
El miedo a la oscuridad no sólo es propio de los niños pequeños; muchos adultos sufren también de esta fobia. El miedo a la oscuridad es universal, una sensación que cualquier persona puede reconocer, ya sea que ya lo haya superado o controlado o que deba lidiar diariamente con él.
Según la ciencia, el miedo a la oscuridad aparece cuando las personas se sienten vulnerables a cualquier ataque, por muy absurdo o hipotético que éste sea, debido a la poca visibilidad que se tiene.
El miedo a la oscuridad y las fobias que encuentren su origen en éste son conceptos distintos; lo primero es una emoción que para algunos teóricos inclusive es consecuencia del camino evolutivo como especie, mientras lo segundo es un temor irracional que puede tomar caminos extremos.
Para la psicología Freudiana, el miedo a la oscuridad es una consecuencia del desorden de ansiedad por separación, conocido en inglés como Separation Anxiety Disorder (SAD). Esta condición suele aparecer antes de los dos años, cuando el niño empieza a dormir en una habitación separada a la de sus padres.
El evento de tener que dormir separado de sus padres genera este trauma de soledad y miedo, el cual varía según la estructura psíquica de cada niño, en algunos casos será más intenso y en otros más pasajero.
Otra explicación reside en la propia naturaleza de la imaginación humana. La ausencia parcial de luz hace que instintivamente se pierda esa sensación de control sobre el entorno.
La fantasía juega un rol fundamental liberando la imaginación más allá de los límites que la racionalidad impone, generando un sentimiento de miedo hacia la misma posibilidad de perder el control.