Cumpliendo 90 años de existencia, en una encuesta publicada en abril por GFK se estableció que un 10% de peruanos simpatizan con el APRA independientemente de su intención de voto (1). Así mismo, la encuesta señaló que hoy los apristas son un poco más jóvenes, más urbanos y más relacionados con los pequeños y medianos empresarios que en el pasado, lo cual pudiese explicar en parte la buena performance de Enrique Cornejo en las elecciones municipales de Lima entre los jóvenes y la clase media.
Sin embargo, a pesar de las posibilidades que brinda el tener aproximadamente 300 mil apristas “confesos” en el país, la crisis de representación que atraviesan prácticamente todas las organizaciones colectivas (desde la iglesia hasta el movimiento scouts), el desfase de la estructura partidaria con los simpatizantes y el progresivo cambio demográfico en zonas que eran tradicionalmente apristas ha hecho que el APRA pierda espacios de poder frente a los movimientos regionales y locales. Simbólico de esto último es que el APRA pierda La Libertad frente a un cajamarquino, Acuña, mientras que los viejos líderes apristas de la región son Trujillanos de tinte conservador.
Una respuesta a este aparente desenganche entre la tendencia demográfica y la partidocracia no parece estar solamente en el cambio de discurso, sino esencialmente en la forma de hacer política. Para mejorar el sistema de partidos es preciso tener en cuenta dos cosas: 1) El avance de la sociedad de la información lleva necesariamente a la transparencia de los procesos y 2) La tendencia a focalizar la política en el ámbito local en vez de las grandes utopías. Es decir, los partidos deben trabajar más como movimientos democráticos y menos como burocracias centralizadas.
Sobre el primer punto es necesario darnos cuenta que para los nuevos peruanos, acostumbrados al acceso pleno a información, es imposible participar en una institución en donde sólo una cúpula maneja los datos y los procesos internos carecen de legitimidad. Para ello, una salida es exigir una reforma legal para tercerizar los procesos internos y que los maneje el Jurado Nacional de Elecciones o la ONPE directamente con los Tribunales Electorales del partido con representantes de los bandos opuestos. La exigencia de transparencia se agravará cada vez más en cuanto la generación que actualmente está entre 18 y 35 años tome las riendas del país. La falta de democracia interna sólo ahuyenta a la juventud.
Respecto al segundo punto, es vital que los partidos se reenganchen con la política municipal y regional, desde donde se deben foguear los nuevos cuadros partidarios (en vez de los clubes internos que no tienen representación afuera). Para ello necesitamos nueva legislación que exija mayores condiciones para actuar en elecciones, pero también los partidos deben avocarse a abrir frentes locales y regionales que convoquen a más peruanos. La política local pesa más que la nacional para muchos peruanos, y el proceso de descentralización se está acelerando cada vez más a pesar de la inacción de los partidos.
Por estos motivos, es muy importante que los partidos hagan la tarea de reorganizarse alrededor de las municipales del 2018, porque si no lo hacen lo más probable es que lleguemos al 2021 con la misma fragmentación y desorden que caracterizó al inicio de nuestra República, hace casi 200 años.