ESCRIBE: Miguel Donayre Pinedo
En verdad, un dicho tan popular como, “pobres, pero honrados”, que es una suerte de muro o freno frente a las tentaciones mundanas, tiene mucha miga. ¿Se ha convertido en un postigo o trampilla en estos tiempos huérfanos?, ¿Hay que ponerla en duda? No es tan fácil salir de piernas porque la máxima popular posee una fuerte carga moral, ética o de compromiso, más cuando hay de por medio una dramática situación social como es la salud de muchas personas. Pero justamente, esos refranes están para esas situaciones límite y debemos responder ante esos envites. Es la brida de salvación para no caer en la ciénaga de la inmundicia. Este refrán tiene que ver con las personas que ocupan un cargo público y que se deben a la ejemplaridad pública, pero también para la ciudadanía anónima ante situaciones cotidianas. Es decir, que debemos dar ejemplo con nuestras actitudes. Muchas de las personas, en las redes sociales, manifestaron acremente su enfado que tanto Luz Marina como José, apostillaban que ponían pegas al cura y a la donación, apelando a las circunstancias de sanidad que atravesaba la ciudad de Iquitos. Me parece, que ellos no cuestionaron al clérigo que tiene una fama conquistada y merecida de su buen hacer, si no a la donación por sí misma que puede ser tachada como oportunista por la empresa de marras o un lavado de cara. Aunque, sigamos con la donación y los donantes. Decían muchos en las redes sociales que no importa de donde venga el dinero si está de por medio una obra social, como en este caso, la implementación de una planta de oxígeno. En los años noventa, el narcotraficante Pablo Escobar se hizo conocido por sus donaciones, manchadas de sangre, a los sectores populares en Colombia ¿Eso era ético?, ¿Se debe aceptar sin murmuraciones? O que “Mosca loca”, conocido narcotraficante, ofreciera pagar la cuantiosa deuda externa peruana, como fue el runrún en los años ochenta ¿Haríamos algún reproche a la donación o al donante a esos sectores que tenían serias necesidades sociales?, ¿Qué hubiera pasado si un narcotraficante o un político sentenciado por corrupto, como el líder de “Los cuellos blancos” (que estuvo en Iquitos como magistrado), hubiera hecho esa donación al sacerdote por la planta de oxígeno?, ¿Se hubiera recibido la cantidad de dinero sin ningún rubor ni afeamiento? Sí esto es así, entonces, lo de “pobre, pero honrado” es un concepto feble, que ha perdido valor con el paso del tiempo. La vida va tan rápida que lo ha hecho añicos en un abrir y cerrar de ojos. Es decir, sí hemos desechado esa línea o franja roja, todo es posible. En consecuencia, el lema podría ser: barra libre a las donaciones sin mirar a quien lo haga ¿Esto es posible?, ¿Hay una excepción o excepciones a esa regla moral? En el caso de la empresa que hizo la donación, sí le perdonamos a ella, entonces, entendemos que los daños al entorno natural que ha hecho esa empresa es poco, ¿Le estamos dando un cheque en blanco para que continúe con sus daños ambientales? Como advertirán lectoras y lectores, un hecho aparentemente sencillo tiene espinosas aristas ¿Podemos seguir diciendo, “Pobres, pero honrados”?
- D. Mi amiga Carolyn Wolfenzon, con gran sensibilidad y esfuerzo, estuvo haciendo una campaña pública en Estados Unidos para la adquisición de compresoras de oxígeno para los hospitales de Iquitos, lo hizo a través de pequeñas donaciones y lo ha conseguido con éxito. Esperamos que no haya tenido complicados donantes.