Cuando uno visita las diferentes librerías en distintos puntos del planeta azul observa en las estanterías que la globalización, o mundialización, tiene como eje la homogeneización de títulos de obras y de autoras. Son los mismos títulos en diferentes idiomas. Pareciera conducirnos al pensamiento único del gran jefe, una redonda pesadilla orwelliana que cada vez toma más fuerza y parece incontenible. En este mismo sentido, hablaba amenamente con una conocida en Fortaleza, de formación en Filosofía, mientras conversábamos le comentaba filósofos como Spinoza, Walter Benjamin, Rawls entre otros y su rostro cambiaba de expresión y añadió muy seria, es que también hay que leer a pensadores que están al margen del centro de Europa. Sí, tenía razón. Nos movemos entre esas dos tensiones. Es cierto, que no hay que ignorar a la producción en Europa y Estados Unidos (muchas veces, etnocéntrica, patriarcal, colonial), por ejemplo, pero tampoco descuidar o ignorar el conocimiento que se produce en otras coordenadas geográficas que es muy valioso y útil. Y esa es la situación que está pasando con la producción de libros, infelizmente, va en una sola dirección sin detenerse a contemplar lo que se produce en los parajes locales. Desgraciadamente, el matiz del color local se pierde y mucho. Las palabras de Chejov o Tolstoi (está en disputa la paternidad de la frase) ha sido puesta en cuestión, “Pinta tu aldea y pintarás el mundo”, claro y para mal. El brío de lo local se diluye en este tsunami expansivo que tiene como característica diluir lo local, quizás esto pueda sonar a melancólico o de un rancio romanticismo pero es lo que está ocurriendo ¿estamos desechando lo particular a favor de lo general? Es una cuestión a enmendar sino la realidad libresca se pondrá monocolor y aburrida. Así pude enterarme la producción de un jurista brasileño de un título por demás sugestivo “Direito achado na rua” de Jose Geraldo de Souza Jr. Felizmente, no todo es gris.
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