Leía hace poco que las personas vivimos y sufrimos la injusticia, nos hemos acostumbrado a ella. En esos ámbitos de la injusticia está esta crónica de indignación. Leo con mucha frecuencia que el expresidente Fujimori tuvo una lucha frontal contra el terrorismo y en el frente económico estabilizó el país, bueno, son medias verdades que tanto repetirlas pueden hacerse ciertas en el imaginario social. Son las alegaciones a favor que con mucha frecuencia se escucha de este expresidente. Me detendré en el territorio económico. Recuerdo que el primer gobierno de Alan García, estaba todavía en la universidad, y la sensación era de caos, de incertidumbre- pensar que García Pérez se convirtió en un alumno aventajado de la Escuela de Chicago. Se percibía que el Estado peruano apenas hacía frente a Sendero Luminoso y otras fuerzas terroristas. Un gran sector de la población hizo las maletas y emigró a otras tierras. En ese caos, paralelamente, salieron propuestas para solucionarlas como el de aplicar las políticas de shock. La sugería Vargas Llosa en plena campaña electoral, y la de no shock, que planteada por Fujimori. Vargas Llosa perdió y lo que hizo Fujimori fue aplicar a rajatabla una política de shock – nada nuevo, es decir, cuando aplican este tipo de políticas dicen que no van hacerlo y el primer día de ejercicio en el gobierno hacen lo contrario. Era un converso de los planes de ajustes y su ministro de Economía invocó a Dios ante el severo plan económico que se aplicaba. En la doctrina económica la aplicación a este tipo de política se llama necropolítica, por las muertes provocadas por este tipo de políticas. En un momento de caos y desesperación estas terapias de shock se presentan como el ungüento de Fierabrás, así está en la memoria de peruanas y peruanos. Esta agria medicina la aplicaron también países vecinos como Argentina, Chile (que fue el plan piloto de las experiencias neoliberales), Brasil, Bolivia. Así como en otros sitios del planeta azul como Suráfrica, Rusia, Polonia y sigue la lista. Con resultados muy desiguales. Casi en todos aumentó la pobreza y el Estado ha salido a salvar a las empresas privadas. Lo curioso es que entre las propuestas de “ajuste estructural” estaba el rubro de adelgazar al Estado para que sus funciones lo hicieran las empresas privadas. Este adelgazamiento del Estado consistía en vender todo su activo dejando casi todo a un Estado de mínimos – curiosamente, una década antes se impulsaron en el mundo políticas intervencionistas. Todo lo que era Estado era tóxico, olía a chamusquina para los nuevos evangelizadores. Así se subastaron desde las empresas públicas hasta la deuda externa, muchos que trabajaron en los procesos de privatización por intermedio de testaferros compraron esas empresas y la deuda, como el caso del exministro Bologna que trabajó junto a Fujimori. A todo este festín pornográfico u orgía liberal se unió la corrupción que parecen amigos inseparables. En Perú desde que se ha aplicado estas políticas de shock no hay expresidente que no haya estado metido en asuntos de corrupción promovido por las empresas privadas y en muchas de ellas ha intervenido el expresidente Fujimori y sus ministros. Mientras tanto como parte de la ciudadanía de a pie seguimos viviendo esta casi perpetúa injusticia.
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