En los días bogotanos el tiempo es todo un protagonista. En un día puedes tener todos los climas en cuestión de horas. Para los garbeos hay que salir preparados y quien pestañea muere. Con cada historia que te cuentan o escuchas dan una sensación de inseguridad, no sé si esta sensación es tan alta como dicen, quiero creer que no. Bajo nubarrones, montañas y soles, esos días en Bogotá se iba a juzgar a unos responsables de los denominados falsos positivos, fue la guerra sucia que empleó el Estado colombiano contra el terrorismo. Unos jóvenes fueron torturados y luego muertos, pero en el parte militar a los medios de comunicación señalaban que estos jóvenes eran terroristas muertos en combate. En este espacio responsables en este tortuoso proceso de paz han solicitado ser juzgados bajo la jurisdicción especial para la paz – quieren rebajar las penas que les impuso la justicia ordinaria a cuenta del perdón y arrepentimiento. Todo un acontecimiento en un país que mira con escepticismo y tímida esperanza este proceso de paz. Trataba de leer lo que podía, por un interés y gran afecto particular por este país. Así en un hebdomadario leía unas declaraciones del Defensor del Pueblo colombiano en la que decía que desde el 1 de enero de 2016 al 11 de julio de 2018 habían muerto 320 líderes sociales y defensores de derechos humanos bajo “este tenebroso contexto” enfatizaba este magistrado de persuasión. Me quedé espantado y con cierto dolor. Es una cifra muy alta, altísima para cualquier persona normal que lo lea. Para sumar al espanto, por esos días, habían muerto a un líder campesino completamente desprotegido. Da a uno la idea lo poco que vale la vida en este contexto lúgubre. Lo condenable es la omisión del Estado en brindar seguridad y protección a esos líderes en una situación tétrica, parece que mira a otro lado. Hay una dejación de funciones. Muestra también la poca tolerancia por pensar diferente, por luchar por los derechos en un contexto muy complicado. La impresión es que para ciertas personas el acceso a la justicia es un brindis al sol. Así entre contradicciones se mueve la vida en este país convulso.
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