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Patricia, una compañera de clase recibió un encargo de nuestro profesor de redacción allá por el 2007. Escribir un artículo lo suficientemente creativo que le permita ganar uno o dos puntos extras en la calificación final, luego de que, sus faltas repetitivas al taller pudieran hacer que tuviera que repetirlo.
Ella, que tantas veces había faltado a clases no tenía ni la sola idea de qué escribir. Salvo que, debía escribir algo tan creativo que pudiera persuadir al profesor de agregarle a su notal final uno o 2 puntos más.
Recuerdo que hicimos una lluvia de ideas con el objetivo de encontrar un tema lo suficientemente atractivo e interesante. Pero eso de que, dos cabezas piensan mejor una, no siempre es del todo cierto.
En vista de que ni a ella ni a mí se nos ocurría algo, decidimos preguntar a más compañeros. Uno de ellos le dijo a Patricia: “Escribe de salud, aquí nadie escribe de eso”.
Patricia se quedó y yo nos quedamos pensando. Era verdad, en los pasillos de la facultad se escribía muy poco acerca de salud. En realidad, casi no se escribía al respecto. Pero ella tenía claro que, si escribía de salud, tendría que encontrar un tema más específico que como cuento arriba debiera ser lo suficientemente creativo y persuasivo; uno o dos puntos extras en la puntuación final estaban en juego.
Al día siguiente me dijo: “Ya lo tengo, escribiré sobre psiquiatría”. Al parecer Patricia no durmió esa noche pensando sobre qué escribir. Me comentó además que había conseguido el contacto del director de psiquiatría de un hospital de la ciudad al que podríamos visitar para pedirle permiso y pasar unas horas en la clínica, conviviendo con los pacientes ¿Cómo siendo uno de ellos? Le pregunto. No exactamente, me responde.
Fuimos entonces al hospital. Hicimos cola para que el médico nos reciba y pedirle el permiso correspondiente. Durante el tiempo de espera, escuchamos a una mujer decirle a otra, mi sobrina acaba de casarse con un astronauta. Al escuchar eso, Patricia y yo nos miramos ¿Puede ser eso cierto? En el mundo hay muy pocos astronautas, tan pocos que sería muy difícil conocer a alguien cuya sobrina se acabara casando con un hombre del espacio. En fin. Patricia y yo, nos dimos el beneficio de la duda.
Ya en el consultorio del médico, este nos dijo: “Los autorizo a visitar a los pacientes, siempre que guarden respeto y ustedes compartan conmigo el artículo”. A todo eso, Patricia dijo que sí; respeto, discreción, no fotos, no revelación de nombres. Es entonces que el médico llamó a una enfermera y esta nos llevó hasta una pequeña clínica dentro del hospital. Nos contó que hace unas semanas encontró a un paciente guardando en sus bolsillos las limosnas que le dejan los familiares de los pacientes al cuadro de la virgen que se ubica en el comedor. Cuando ella sorprende al paciente, este le dice, no me diga nada, que la virgen me ha dicho “Te regalo esa plata hijito”.
Lo que parecía gracioso, no lo era. Patricia, a quien recuerdo como una ganadora logró no solo persuadir al profesor del taller de redacción, sino a más estudiantes de periodismo a interesarse la salud de la mente y escribir al respecto.