¿De quién depende que de cada diez peruanos adultos siete tengan sobre peso? Seguramente del estado que no reguló en su momento la comercialización de los productos que exceden en grasas, sal y azúcar, o de las empresas que seguramente no tuvieron la responsabilidad social de contribuir con la salud, o de la publicidad engañosa que se bombardeaba indiscriminadamente o de la gente adulta que, siendo adulta, no tiene la suficiente conciencia educativa para discernir que lo mal que está comiendo lo terminará matando.
Algunos más ideologizados dirán que en realidad todo parte del libre mercado y una permisiva Constitución del 93 que, siendo tan complaciente, no controla el consumo desordenado que a la larga podría (en realidad ya se presenta) generar inmensos gastos en salud. Un informe el año pasado de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) indicaba que el Perú alcanzó el tercer lugar en sobrepeso y obesidad en la región. Sin embargo según este organismo somos el país de América donde la obesidad infantil creció más rápido en los últimos años.
La cosa es más preocupante en términos de salud y educación, dos sectores dónde estas consecuencias se notan más alarmantemente, pero también en presupuesto pues todo estas deformaciones de la alimentación al final cuestan un montón. Pero la mayor amenaza, pues en la adultez algunos apelarán a su libre albedrío o libertad para matarse comiendo basura, está en la niñez. El futuro de la sociedad en general es incierto sino se pone octógonos de educación y de obligatoriedad en los padres de familia, tal vez ya no por ellos, sino por sus hijos en sí.
De acuerdo a la OPS, el sobrepeso y obesidad en niños entre los 5 y 9 años alcanza el 24.6% de la población , es decir que 1 de cada 4 menores en el país ya presenta una acumulación excesiva de grasa en su cuerpo. Entre los niños de 0 a 5 años, la situación también es preocupante, pues la obesidad y el sobrepeso afectan al 7.6% de esa población, lo que significa que, a su corta edad, 1 de cada 10 pequeños ya tiene un problema de peso.
Esta semana entró en vigencia la obligatoriedad de los octógonos en algunos nutrientes (porque eso no es alimento) altos en grasas saturadas, en azúcar, en sodio (sal) y grasas trans. Una obligatoriedad paulatina en sí pues para adecuarse las empresas y las pymes tienen aún plazos.
Hay especialistas que advierten que cuando la norma se aplicó en Chile, las ventas de las empresas dedicadas a la comida chatarra cayeron en el primer año en un 50%, motivo por el cual nuestras empresas han sido renuentes a aprobar estos octógonos en los productos por lo que han hecho looby hasta el último en el Congreso, cuyo fujimorismo se negaba a aprobarlas.
Es por eso que algunos sospechan que el reglamento se va relajar en los próximos meses pues la presión económica comprará las voluntades de nuestros políticos. Ahí estriba la mayor preocupación que requiere nuestra sociedad pues no hay mejor cambio que aquel que se gesta desde la casa, con los hábitos sanos que genera a su vez gusto en los niños por la comida saludable. El problema es mayor si varios especialistas señalan que en realidad cuando los adultos ya están adictos orgánicos y neurólogicos a estos excesos no habrá mayor cambio pues asumen que no existe ninguna afectación a la salud o, peor aún, que estas cifras nada tienen que ver con ellos.
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