En aras del cumplimiento de las promesas electorales,  el gobierno peruano emitió una ley marcial que obligaba a todos los candidatos de antes y de todavía a cumplir con sus palabras. Nadie podía dejar en el aire sus promesas y sus anuncios. Fue así como el señor Jorge Meléndez abandonó un buen día su escaño y se vino a Iquitos decidido a solucionar el problema del agua potable, promesa que hizo cuando se lanzó a la campaña para ser congresista. Una vez en la urbe oriental consiguió un triciclo y compró  varios galones con agua para llevarlos a las casas donde faltaba el agua. Grande fue su sorpresa cuando se enteró que casi todos tenían problemas con al agua. El corte permanente, el servicio interrumpido,  era la marca registrada de la empresa que servía con esa agua potable de dudosa calidad. Entonces el ex congresista compró más triciclos y más galones y pronto la ciudad se vio invadida por el tráfico de esas unidades que llevaban agua hacia todos los hogares.

El ciudadano Jorge Meléndez se ponía al mando de cualquier triciclo y pedaleando con fe y fuerza comenzaba la jornada diaria hacia las 4 de la madrugada. Era incansable en su jornada y no descansaba ni a la hora del desayuno y seguía con ímpetu incursionando especialmente en los suburbios de la ciudad. Así fue como desbarató varias protestas de calles donde el agua no llegaba desde hacia meses. En medio de ollas, baldes y demás recipientes logró entregar el agua que llevaba en los galones y todavía se daba  tiempo para  preparar los baños de los que apenas tenían unas horas de servicio. La jornada del obsequio del agua de parte del ex congresista era un éxito indudable hasta que apareció el rumor de que el citado regalaba agua para todos los gustos porque quería candidatear al gobierno regional. 

El señor Jorge Meléndez desde su veloz triciclo negó en todos los idiomas que tuviera la intención de candidatear a cualquier puesto público, dijo que se sentía bien obsequiando el agua potable que faltaba en los hogares. Pero ya nada fue igual a partir de ese rumor desventurado. Y pronto aparecieron denuncias sobre malos manejos en la compra del agua a la empresa Sedaloreto. Lo cierto es que el ímpetu del ex congresista disminuyó y pronto se acabó su campaña. Y luego, para sorpresa general, para escarnio de muchos, para vergüenza de los partidarios que todavía le quedaban en algunos lugares, él  puso una tienda que vendía agua por kilos.