En la columna pasada se desarrollaron las posibles posiciones que puede adoptar el nuevo gobierno, ya que entramos a una nueva etapa, existiendo la posibilidad de cuajar durante los tres años y medio que durará, un estado de coalición; o con manejo político, el presidente Martín Vizcarra puede apelar a la percepción popular, evidenciando ante la ciudadanía si el parlamento no lo deja gobernar, ya que está frente a un fujimorismo fragmentado, que posiblemente no sea un aliado fiel o de confianza y considerando que en nuestro país la politica -en estricto los pactos políticos- no promueven certidumbre en la población; lo cual generará que sea popular frente a los ojos de la ciudadanía.
En ese sentido, en la columna del lunes pasado, se concluyó que es necesario que el señor Vizcarra defina de forma rápida el terreno sobre el que se desenvolverá; es decir, debe hacerle ver a la oposición qué puntos de su programa no son negociables, así el parlamento con su mayoría fujimorista se verá obligado a seguirlo y darle un pacto de gobernabilidad porque necesitará al presidente más de lo que ellos lo necesitan a él.
En ese sentido, con la juramentación del nuevo gabinete de ministros, considero que el gobierno del señor Vizcarra tuvo muchos aciertos, sosteniendo la idea que se debía definir el terreno sobre el que se desenvolverá su gobierno, toda vez que el nuevo gabinete está conformado, en diversas carteras, por conocedores de la gestión pública con mucha experiencia en este campo y destacada trayectoria académica, lo cual genera esperanzas ya que con nombramientos de intelectuales conocedores de la burocracia y con las habilidades necesarias para sacar adelante sus carteras. Sin embargo, no podemos ocultar cierta desazón, que generó el nombramiento de Salvador Heresi, vinculado con personajes cercanos a la corrupción (Félix Moreno y Alex Kouri), en la cartera de justicia, pero como se dice usualmente, “nada es perfecto”.
Se escucharon diversas voces de protesta, que alegaron que el nuevo gabinete de ministros es un gabinete de viceministros, de gente sin manejo político y sin ánimos de generar reformas en el sistema actual. La posición de esta columna es que estas opiniones son algo sesgadas, ya que como puntos fuertes se puede decir que el nuevo gabinete tiene espíritu regionalista, con el premier y el ministro de transportes y comunicaciones cercanos a la gestión pública local, que conocen la realidad nacional, en el sentido que entienden, o ello se espera, de que Lima no es el Perú.
Asimismo, conforme a lo desarrollado líneas arriba, el nuevo gabinete se puede definir como un gabinete burocrático, entendida como la real burocracia – la de personas capacitadas que tienen el fin de servir con sus conocimientos a la población para el bien común- debido a que son conocedores de la gestión pública, con las habilidades académicas y profesionales suficientes para desempeñar bien su labor en sus diferentes carteras, sin favores políticos, pero sí, con la capacidad de relacionarse con los actores necesarios, para afrontar los diversos problemas públicos que aquejan a la nación.
Conforme a ello, solo nos queda dar nuestra confianza al nuevo gabinete ministerial –en estricto al nuevo gobierno – como ciudadanos ávidos de control social, empero preocupados por el destino de nuestro país, no debemos bajar la guardia y estar atentos a fin de levantar nuestra voz de protesta si es necesario.
Miguel Angel Rojas Rios
Abogado
Maestrando en Gobierno y Políticas Publicas
rojasr.miguel@pucp.edu.pe