Para muchos el oficio de la escritura está relacionado con las luces y los flashes. Entrevistas complacientes y cómplices a los diferentes medios de comunicación que forman una larga cola para alcanzar al divo o diva de las letras. Sumados a los viajes de promoción de libros. Muchos de los que se dedican a este oficio son un espectáculo mediático. Se encargan de hurgar en la vida personal y revelan las ocurrencias más absurdas, sin ningún rigor periodístico o literario. No lo dejan casi nada suelto. La famosa pelea entre Mario Vargas Llosa y García Márquez está en esa zona del chisme literario, de la anécdota de la farándula y mediática, todavía hay gente que especula sobre ese puñetero incidente ¿ha sido relevante para la literatura o para esos citados escritores? Salvo para aquellos cotillas de la vida ajena. Pero hay escribas que huyen de todo ese oxido del mercado literario. Huyen aposta. No es el cálculo mediático o una pose, no, desean ir por libre. Simplemente quieren estar al margen de todo ese oropel seductor de cierta prensa o de los grupos editoriales que te inducen (hasta) lo que uno debe leer o no. Dentro de esa patria de los letraheridxs que buscan con ahínco el anonimato también están aquellos que luego de escribir un libro no vuelven a escribir. Hay una merma creativa. Una parálisis de la imaginación. Esa parálisis es una suerte de acto de fe ante la vida. Una reafirmación de la buena literatura en el sentido del celo de obra artística. Ese homenaje a esos escritores y escritoras de la galaxia del No lo ha pergeñado con gran lucidez Enrique Vila- Matas en “Bartleby y compañía”. Es una joya y homenaje a la literatura. La famosa frase del personaje de Herman Melville, del relato “Bartleby, el escribiente”, de “preferiría no hacerlo”, da paso a antología de estos escritores de la renuncia a escribir   -de los escritores peruanos seleccionados están Julio Ramón Ribeyro y Emilio Adolfo Westphalen, también pudieran incluirse otros como Martín Adán quien se recluía en un sanatorio para pensar en la escritura-. En la floresta (esta misma palabra la usaba Miguelina Acosta para referirse a la Amazonía) también hemos tenido nuestros Bartlebys, los hemos gozado y han escrito buenas obras. En el fondo, el libro de Vila- Matas es una deferencia genuina a la escritura, al escribir. Es un alegato a favor de este oficio solitario. Es un libro para leerlo varias veces y sigue estando con el mismo brillo de lucidez, y cada vez mejor.

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