Ha entrado el frío inicial del invierno en este otoño casi de primavera, es un anticipo a la estación que añoro, el invierno. Sí, me da más por la lectura, tengo en mi cuenta muchos libros pendientes de leer, los miro desde lejos, acaricio la carátula, huelo sus páginas pero todavía deben estar en la purma [llama la atención que esta palabra tan extendida en la floresta no haya sido seleccionada en el diccionario de la Real Academia de la Lengua, a igual que la palabra mambear, que viene del Uitoto, quizá sea que los señores y señoras de la Academia no salen de su torre de marfil]. Ya me desquitaré con creces del ensayo o la novela que descansa sobre la librería del Olmo. El aire gélido de la calle invita más a husmear la página de un libro, de un diario, te entran ganas de desgranar y recrear historias. En este ir y venir del tiempo, todavía sigo saboreando el bacalao al ajo arriero de Hospital de Órbigo, el olor, la textura del pescado, la salsa burbujeante del plato cuando es servido. En ese viaje de la memoria culinaria se me hace agua la boca recordando la sopa de menestrón preparado por mi madre, me encanta el olor de la albahaca (es un plato producto del mestizaje italiano- perulero). Además, los caldos y las sopas son para el invierno. Me detengo repentinamente en ese viaje de sabores y olores, observo que el escritorio está hecho un caos, libros, papeles, apuntes y como torre dentro del caos, sobresale mi taza de escaramujo que lo bebo caliente mientras escribo. S sonríe ante tanto lío, siempre pongo el parche que en el estudio de Francis Bacon, gran pintor inglés, el orden – un rasgo de la histeria contemporánea, estaba ausente. Casi todo estaba revoloteado. A pesar de todo, ando feliz, ha entrado el frío.http://notasdenavegacion.wordpress.com