El título está prestado de una creación musical reciente de Raúl Romero. Viene a cuento a raíz de lo que Salvador Lavado ha dado en llamar “un acto de amor por Iquitos”. Ya otras personas han querido -siendo visitantes extranjeros, recuerden quién y quiénes estuvieron metidos en la pretendida limpieza del río Itaya en Belén- emprender acciones que demuestren cierto cariño por la ciudad donde viven, aunque sea momentáneamente. Y han recibido -como debe ser- aplausos y apoyo.

Todos los técnicos antiguos y nuevos de la Municipalidad Provincial de Maynas y demás distritos, así como los funcionarios de la Dirección Desconcentrada de Cultura de Loreto saben que la mayoría de tiendas y viviendas de la zona monumental incumplen el reglamento y sacan la vuelta a las ordenanzas. En ambas se establece las condiciones para colocar los letreros y el diseño de las fachadas. Se intenta que exista cierta armonía en los colores y que la estética no sea dejada de lado por el afán comercial.

En Iquitos existen automóviles abandonados en la vía pública. Las instituciones públicas -llámese PNP y demás- y privadas -llámese BCP y demás- tienen entre sus trabajadores a personas que no aman la ciudad. No de otra forma se entiende que contribuyan al caos que prevalece en las calles que deberían ser un atractivo para los turistas. Con información sobre la historia, literatos, pintores y, claro, hacer de la maravilla natural un atractivo no sólo por su agua sino por la presencia que tiene en la vida de los ciudadanos.

La instalación de paneles publicitarios electrónicos se hace por la mafia que existe en los municipios que otorgan los permisos. Un funcionario de Electro Oriente ha llegado a decir que tuvieron que instalar un medidor ilegal en la Av. Quiñones porque los empresarios de Lima “insistieron mucho”. Vaya criterio. Existe la versión que uno de esos empresarios ha querido entregar “20 computadoras” a un colegio que se opuso a la instalación de esos paneles. “Hay cosas que no se negocian”, me cuentan que respondió el director. Pero el panel se instaló con la complicidad de funcionarios de San Juan. La actual gestión edil informó que ese mismo propietario que cortó árboles para que se “vea” su panel recibiría la sanción respectiva y el retiro de esa infraestructura. Nada de eso ha sucedido.

Los organizadores de fiestas y otras actividades -como aquella de la feria escolar en la Plaza 28 de julio- creen que pueden colocar banderolas huachafas e ilegales. Se valen que existe “un vacío legal”. No hay vacío -en los últimos días lo hemos comprobado con el mismo Lavado- sino desidia. Pues basta que, ayudados por una pretina, retiren esas banderolas. Claro, si la misma MPM incumple el reglamento, se podrán imaginar de lo que son capaces esos organizadores. La gestión de Jane, las demás en menor grado, han inundado de paneles ilegales el distrito. Alguien tiene que decirle a la profesora y ojalá exitosa alcaldesa que eso está mal.

Todo lo aquí narrado puede cambiar. Claro. Que la autoridad respete la ley, que los empresarios sepan que no se los permitirá ser cochinos ni conchudos. Que los titulares de pliego brinden curso a sus empleados sobre cómo mantener limpia la ciudad y darle cierta estética.

No es difícil. Tampoco es fácil. Emprender una campaña de mejoramiento de las calles de Iquitos. Para que vivamos mejor. Salvador Lavado, el más entusiasta y emocionado por la respuesta de la gente, también sabe que hay una mafia detrás de todo esto. Por eso siente cierto temor, como este articulista. Pero podrán ganarnos la batalla pero jamás nos derrotarán. Y las locuras de Salvador, como él mismo me reitera mientras se transporta en un motocarro rumbo a quitar las banderolas, no necesita marihuana para hacer locuras. Yo, felizmente, tampoco.