NADA CON EL SILENCIO

El complejo del CNI parece un convento. No es que por allí anden monjas o monaguillos o sacristanes. Sucede que ahora no estalla la escandalosa orquesta ni mueven los esqueletos los que aman el baile sobre la tortura de los demás. Tampoco reinan las botellas espumosas o no como hasta hace poco. El silencio saludable se impone como una bendición. El letrero indica que ahora se trata de practicar deporte. Nos parece bien esa decisión del mandatario regional, Iván Vásquez Valera. Lo que nos parece conchudo es la actitud de los propietarios de bares, tabernas, huariques, salsódromos, cumbiódromos y otros lugares que se hacen los locos, que no quieren contribuir al reinado del silencio. Siguen fomentando el ruido, perjudicando a los pobres vecinos (as). Y, por supuesto, perjudicándose a ellos mismos.

Nadie está contra el trabajo de los demás. Nadie quiere que los parranderos y los chupadores públicos renuncien a sus vicios. O a sus diversiones, según como quiera que se llame lo que hacen, perjudicando a los otros. Lo que deben hacer es insonorizar sus locales y quedarse adentro a ver a qué les sabe tanto ruido. No se trata solamente de la comodidad del otro, del oído de tal persona. Se trata de algo más grave. Se ha demostrado recientemente que el ruido tiene influencia en los ataques, a la cabeza, al corazón y otros órganos.

No se sabe todavía con certeza cuanto perjudica el ruido al ser humano. Tome o no tome, baile o no baile en público, nadie puede escapar de esa alteración de la resistencia humana. Los que pretenden escapar de la responsabilidad, del respeto a la salud de los demás, son los que no quieren saber nada con el silencio. Y que son los que viven en los alrededores  al complejo del equipo albo y de cualquier otro lugar que fomenta el ruido. Es decir, de casi toda esta ciudad.