Modernidad vieja y naturaleza de saqueo

Ana Varela

Desde la primera vez que leí a Ana Varela, su poemario ganador del premio Copé, percibí que su poesía era límpida, sin meriñaques verbales. Quizás sea por su formación en ciencias puras, en química, donde se prepara con la formula medida y justa, lo que le haya influido cuando repuja un poema. La construcción de sus metáforas huele a bosque húmedo, al trópico, sin caer en el solipsismo equinoccial. Es genuina. Con esa tesitura inicial, entre otras, leí el poemario inédito “En esta orilla se inunda el mundo”. Este todavía circula solo en versión electrónica, aunque por su calidad poética reclama verse impreso. Antes de inundarnos con la poesía de Varela, debemos enfatizar que es una entregada activista cultural, que moviliza almas en desasosiego. Recuerdo haber colaborado con ella en la revista “Varadero”, donde se entregó en cuerpo y alma a este proyecto –logró persuadir al poeta Germán Lequerica que publicara, luego de muchos años en el dique seco. Ella es así con las causas justas, indoblegable. Parto de la premisa de que la escritura en la floresta, después del boom cauchero que la desvertebró socialmente, debe producir una estética y ética diferente, y el poemario de Ana Varela va en ese sentido y propósito. “En esta orilla se inunda el mundo” está ungido de ecología, no de la ecología antropocéntrica ni androcéntrica o la del norte económico, sino la que se alimenta de los saludables odres el ecofeminismo. Me refiero al ecofeminismo del sur, a aquel comprometido con la lucha de las personas excluidas de estos montes, como los que sufren los estragos de la contaminación de las aguas en el Marañón. Ahí están la abuela, la madre, la curandera y los animales a los que presta su voz. Es muy interesante, y sería materia de otra digresión, anotar como a lo largo del poemario el cuerpo femenino tiene muchos significados. El mismo título del poemario mismo es un anuncio de que estamos ante un mundo de dimensiones diferentes, el universo líquido de los Karuara ¿será el mundo del agua que nos anuncian los relatos Kukama? El poemario parte del poema Filosofía materna, que es toda una declaración de principios, siguiendo la sana tradición de la génesis del mundo amazónico, donde casi siempre, son las protagonistas las mujeres y la lluvia –con la lluvia el bosque se transforma, es una eclosión controlada de la naturaleza. A lo largo del poemario, Varela, de formación tanto científica como poética, duda de la ciencia, de esa que venden como sinónimo de desarrollo y de la que están envueltos esos pergaminos del progreso que solo han traído males. Recordemos tamaños desatinos que se han hecho en la floresta en nombre del progreso, del desarrollo o de la tecnología. Las lecturas de Walter Benjamín parece que ha calado hondo en Varela, cuando su voz poética cuestiona el desarrollo frívolo y la sangre derramada que deja. El poemario tiene tres momentos: un prólogo de varios poemas. Luego viene la parte de Voces Fluviales y una tercera de Relatos de la creciente. Me detendré, por espacio, en el epílogo de “Relatos de la creciente” donde su voz se hunde en el bosque inundado, como el caso de la visita Iquitos, donde muestra su ansiedad de las aguas del Amazonas de las que no se puede beber. Se nutre en la historia, cuestiona ese desarrollo reprochando con el verso: “Modernidad vieja y naturaleza de saqueo” o cuando a Iquitos la llama la isla de iniquidades. Como siempre, leer a Varela es confundirse con la naturaleza, no en plan del botánico despistado sino en esa búsqueda de las voces de los desheredados que viven en esas orillas inundadas.

Apunte a pie de página: La publicación en Lima del reciente poemario de Ana Varela “Voces desde la orilla”, es un claro indicador de la magra actividad editorial en la floresta. Esta actividad hay que replanteársela, pues así como están las reglas de juego no es un buen lugar para publicar. Por eso, los y las que escriben en la manigua buscan nuevas fronteras editoriales. La publicación del poemario de Ana Varela fuera de la floresta muestra el disenso, en este lado del patio de aguas, entre la sensibilidad de la escritura y la enjuta gramática emocional de los editores.