Cuando visitas las librerías te topas con un sinnúmero de libros en castellano, miles y mucho de ellos seguro que no leerás en tu vida. Sí a esto sumamos libros escritos en otras lenguas te puede dar una depresión de elefante, y la lista de libros pendientes sería innumerable e inabarcable, traigo a colación mi frustración de no leer en yiddish o no saber kukama. En ese rápido inventario mental te cruzas con diferentes autores de diferentes nacionalidades, es decir, lo que predomina es la pluralidad, no hay una voz única. Lo que advierto en esta selva de papel como un gran defecto, me temo que es un producto de la publicidad editorial, es que hay escritores o escritoras, claro, según la editorial, que resumen todas las emociones de una, región de un país o del mundo mundial ¿es eso posible? Por ejemplo, el caso de Vargas Llosa a quien admiro mucho, ¿puede ser el poso de las emociones de muchos peruanos y peruanas o latinoamericanos/nas?, ¿o que J. M. Coetzee puede resumir ese sentimiento del continente africano? Esta misma premisa la usan para la literatura que se trabaja en la Amazonía, se piensa que en la floresta un escritor o escritora puede condensar todas esas emociones, nada menos cierto, más teniendo en cuenta la fuerte y vigorosa pluralidad cultural existente en la selva, es una tarea hercúlea e imposible. Ese defecto me parece que viene de ese concepto o criterio político de Estado- Nación que ha sido la túnica que ha cubierto la rica pluralidad que hay debajo de ella. Con este concepto se han apagado voces, rostros, lenguas, memorias. Es que la homogeneidad en todas sus formas se ha impuesto (aquí puede advertirse según los países criterios racistas en la selección)  y ha sido lesiva para los intereses de lo diferente, de la otredad. Por eso hay que estimular que afloren todas las voces y todas las memorias como era el sueño de Walt Whitman.http://notasdenavegacion.wordpress.com/