Cuando un grupo de inmigrantes extremeños y de otras regiones llegaron a la Amazonía se trajeron en los zurrones la pluma y algunos escribas para describir lo que estaban viviendo. Era otro mundo para ellos. Es más, era un mundo completamente diferente al que vivían. Sumado a lo que escucharon o leyeron, estos patas se encontraban con un nuevo universo. Siempre me pregunto si cuando vieron a esas muchachas guerreras con un seno lanzando flechas envenenadas ¿eran realmente ellas o era también un gramo de imaginación en lo que veían, digo, podían ser hombres de cabellos largos?, ¿acaso se vivía un matriarcado en toda regla en la floresta? Entre lo que se ve y lo que se escribe hay un ancho terreno. Por lo general, esos viajeros (pocas y contadas viajeras) cargaban y cargamos alforjas de prejuicios y la cuestión es cómo deshacerse de ellos –hemos visto en el Mundial de fútbol reciente el comportamiento de muchos compatriotas en Rusia de un provincianismo supino. Muchos de esos viajeros de antaño escribían contagiados por una enfermedad venérea como nos dice E. Said de un célebre escritor francés, claro, seguro que su punto de vista era diferente sí hubiese estado sano. Así le ocurrió recientemente a un viajero en el marjal. Le dio la malaria y su visión sobre la selva cambió rotundamente, sus crónicas eran atufadas de un solemne y nauseabundo pesimismo.  Pues, la floresta carga este pesado bulto, señalo que carga porque hasta hoy sigue siendo troquelada por estos viajeros – pueden leerse los libros de viajes o de escritores que han pasado por la manigua que han dejado un cúmulo de sus miedos y angustias. Con estas ideas sobre estos errabundos personajes en tierras ignotas leía el libro de Juan Goytizolo “Campos de Níjar”, Goytizolo fue ganador del Premio Cervantes. Antes un conocido me había hablado de ese texto y lo encontré, el libro, circunstancialmente en uno de mis paseos por la cuesta de Moyano. Desde el primer párrafo Goytizolo embruja con su prosa. Casi hipnotizado terminé este libro de viajes por la región de Almería, en su momento, una de las más pobres de España. Se han incluido mapas y fotos que le dan un gran valor testimonial. La rica descripción de la geografía de esa región se entremezcla con íntimos y desgarradores perfiles humanos de esos pueblos. Muchas veces, el narrador se corta, y no emite juicios de valor, se percibe la tensión. Quiere que el lector o lectora se forme su propio juicio. Es muy interesante cuando remarca los prejuicios sobre los pobladores de esos lugares, me recordaban a los prejuicios sobre los pobladores de la Amazonía. Hay libros de viajes que luchan contra los lugares comunes y este es uno de ellos.

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