En vista de que los consejeros regionales no tenían nada que hacer, salvo cobrar cada fin de mes el  monto  de sus correspondientes dietas, el señor gobernador de Loreto les reunió en su despacho a altas horas de la noche y luego de departir con ellos sobre algunos temas en boga, en medio de bocaditos y piqueos, les pidió que dejaran de rascarse el gallinero y que mejor dediquen sus días y sus noches a regalar algo, cualquier cosa, a la población más necesitada de la inmensa región de los verdores. Luego de debatir entre ellos sobre la mejor manera de complacer a la máxima autoridad, de escoger entre tantos regalos, los consejeros decidieron poner manos a la obra.

La mañana de un lunes de pleno sol, todos los consejeros se ubicaron en una de las calles centrales de la ciudad y provistos de un megáfono invitaron a los transeúntes a que recogieran sus sendas ojotas. Esa prenda fue la indicada para iniciar la cruzada regalona, porque era necesario comenzar por los pies de los ciudadanos de menores recursos que prácticamente andaban descalzos. El estreno duró todo el día y parte de la noche hasta agotar la provisión de ojotas que los consejeros habían conseguido después de engorrosas gestiones.

El más entusiasta con los regalos fue el llanero Valencia. Subido a un par de ojotas pintadas, fue de casa en casa entregando las prendas y diciendo que era un presente del gobernador. Luego, sin salir de sus ojotas,  fue a visitar las barriadas cargando su saco con ojotas nuevas. Los otros consejeros, también parados sobre ojotas,  le imitaron y en la actualidad los consejeros vienen distribuyendo las ojotas en los lugares afectados por la creciente. Dentro de poco, viajarán por los ríos llevando esas prendas a todos los caseríos afectados por la malaria. Se espera que antes de fin de año esos consejeros  distribuyan todas las ojotas que tienen almacenados en un  local del gobierno regional.