Los flamantes microbuses, impulsados por heces y por desperdicios y que fueron comprados por el reelecto alcalde de San Juan en Londres, desaparecieron misteriosamente del depósito oficial. El ministro Burresti, el ministro basura o Antonio Brack, el actual ministro del Medio Ambiente o Von Hesse y los barredores de ocasión buscan afanosamente a esos vehículos perdidos. No hay tregua en ese afán y el campesino distrito podría levantarse a favor de ese servicio recogedor de la basura de siempre y jamás.
Las destartaladas carretas de madera, los motocarros asmáticos, las furgonetas sin freno, recogen como pueden la basura acumulada por todas partes. Y lo ponen en otros lugares debido a que no funcionan ya las perreras de antes. Todo es caos y el que menos extraña a los microbuses ingleses que sacaban su combustible de la basura y de las heces. La baja policía hace malabares para mover la basura de uno a otro lado, evitando así la contaminación ambiental, el ataque de las pestes, mientras el ingeniero Brunner culpa de todo a los que producen los desperdicios.
Los contadores de historias y novelerías, los estudiosos de la realidad sanjuanina, los expertos en problemas urbanos, extrañan a los microbuses ingleses. No duraron una semana en el recojo de la basura y desaparecieron sin más. Las investigaciones van por buen camino y se espera que de aquí a 100 años se descubra el lugar donde fueron escondidos. Las preguntas sobran en esas dramáticas circunstancias. ¿Qué paso con esos microbuses innovadores y emprendedores? ¿Sucedió algún fenómeno paranormal para que desaparecieran? ¿Tienen que ver con ese incidente los que quieren monopolizar el recojo de basura en ese distrito? Mientras tanto abundan los rumores sobre una evacuación de toda la comunidad campesina para evitar los males que trae la abundancia de desperdicios hasta en el caldo mañanero.