Javier Vásquez
Los ganglios linfáticos son unas estructuras ovaladas y encapsuladas, que forman parte del sistema linfático y del sistema inmunitario. Se ubican a lo largo del trayecto de los vasos linfáticos formando cadenas o racimos. Su tamaño es variable desde milímetros hasta un par de centímetros. Se distribuyen por todo el cuerpo, encontrándose en forma más abundante en las axilas, en las ingles, en el cuello, en el abdomen y alrededor de los grandes vasos sanguíneos.
La principal función de los ganglios linfáticos es de tipo inmunitario: ayudan al sistema inmunológico en la formación de una respuesta inmune adecuada. Cuando los linfocitos, que son un tipo de glóbulo blanco, detectan la presencia de patógenos o gérmenes que pueden causar infecciones en nuestro cuerpo, se reúnen con los antígenos, que se producen en estos patógenos o gérmenes, en los distintos órganos linfoides, entre los que se encuentran los ganglios linfáticos.
Estos antígenos son identificados en los ganglios linfáticos por células especializadas que son las células B y las células T. Al activarse los linfocitos de células B como consecuencia de la presencia de un antígeno particular son capaces de crear anticuerpos específicos para ese antígeno, el cual es identificado como un intruso y marcado para su posterior destrucción por otras células inmunes. Mientras que, en el caso de los linfocitos de células T, son los principales responsables de la inmunidad mediada por células, participando en la destrucción de patógenos.
Los ganglios linfáticos también filtran la linfa de patógenos nocivos como bacterias y virus. Filtran los desechos celulares, las células muertas y las células cancerosas. La linfa filtrada de todas las áreas del cuerpo vuelve a la sangre por los vasos sanguíneos cerca del corazón. Volviendo la linfa a la sangre se previene el edema o la acumulación excesiva de líquido alrededor de los tejidos. En los casos de infección, los ganglios linfáticos liberan linfocitos en el torrente sanguíneo para ayudar en la identificación y la destrucción de los agentes patógenos.
Linfoma se llama al cáncer que comienza en el sistema linfático. Este tipo de cáncer se origina en los linfocitos que habitan en los ganglios linfáticos y los tejidos linfáticos.
Los linfomas se agrupan en dos tipos principales: linfoma de Hodgkin y linfoma no Hodgkin. El linfoma de Hodgkin se puede desarrollar en el tejido linfático que se encuentra en casi todo el cuerpo. Los linfocitos de células B anormales pueden volverse cancerosas y se desarrollan en varios tipos de linfomas de Hodgkin. Lo más común es que comience en los ganglios linfáticos de las regiones superiores del cuerpo y se disemine a través de los vasos linfáticos a los ganglios linfáticos en otras áreas del cuerpo. Estas células cancerosas pueden eventualmente entrar en la sangre y diseminarse a órganos tales como los pulmones y el hígado. Existen varios subtipos de linfoma de Hodgkin y todos los tipos son malignos. El linfoma no Hodgkin es más común que el linfoma de Hodgkin. Puede desarrollarse a partir de células B o células T. Si bien las causas de linfoma no se conocen completamente, hay algunos factores de riesgo para el posible desarrollo de la enfermedad. Algunos de estos factores incluyen la edad avanzada, ciertas infecciones virales, la adquisición de condiciones o enfermedades que comprometen el sistema inmune, la exposición de sustancias químicas tóxicas, y la historia familiar. No existe ningún modo de prevenir el desarrollo de un linfoma. Para diagnosticar un linfoma se procede a la exploración de las adenopatías y a la realización de una biopsia ganglionar.
Con todo lo poco que se puede hacer, es útil un chequeo médico anual en personas sanas.