Para estos hombres fuertes, de baja estatura y chamuscados por el sol no pasa el tiempo ni los rasgos de modernidad, la vida sigue igual como en estas viejas fotografías; bajo sus hombros se realizan las más pesadas labores de carga y descarga de los productos transportados en las embarcaciones, desde y hacia nuestra “Isla Bonita”. La estiba y desestiba son tan antiguas como los puertos de la ciudad de Iquitos. Los mismos que son puertos informales y llevan años de funcionamiento, me refiero a los puertos más utilizados: Masusa y Productores, que, aunque tengan una licencia municipal, su estructura no le da carácter de formal porque carecen de todo tipo de infraestructura y los barcos tienen que acoderar de manera desordenada y bordeando la ribera. Existen decenas de puertos privados que pertenecen a empresarios navieros, que se encuentran en la misma situación de los anteriormente nombrados. Sin embargo a pesar de todos estos inconvenientes, es en estos lugares donde puede notarse la singular presencia que tiene el poblador ribereño para transportar desde los productos de pan llevar cultivados en las localidades ribereñas hacia los mercados, hasta grandes y pesadas mercaderías transportadas desde la capital, los cuales se hacen resistentes sobre sus hombros y espaldas; sujetados con una cinta (pretina), como apoyo.

Los «chaucheros» como se les conoce a este tipo de cargadores (nombre proveniente del Brasil – Peones de Puerto). No solo hacen gala de la fuerza para sostener la carga pesada sobre sus hombros sino además, mismo equilibrista de circo, siempre nos dejan con la boca abierta; verdaderos expertos en hacer realidad acrobacias con peso a cuestas que parecen imposibles. Al tener que escalar rampas y cruzar pequeñas escaleras de madera colocadas improvisadamente entre las embarcaciones; esta gran hazaña por parte de estos valientes personajes, toma mayor relevancia en la época conocida como vaciante, donde la actividad comercial y el transporte fluvial en la ciudad se ve perjudicada al quedarse los puertos prácticamente alejados del lugar donde acoderan las embarcaciones e inclusive quedarse varadas en la boca del río Amazonas, o en el mismo río Itaya, y la carga solo puede ser traída en pequeños botes (esta actividad se conoce como «alije»), donde son desembarcadas a lomo y cuesta arriba por estos «verdaderos sansones», ya que es uno de los trabajos más duros y esforzados que existen por antonomasia. El “Chauchero” es el trabajador que organiza las cargas para embarque y desembarque de las embarcaciones en el puerto de ENAPU y los puertos informales de nuestra ciudad.

Con esta loable labor, se desdice la teoría de que el trabajo pesado es por lo general la acumulación de tareas pequeñas que no se hicieron a tiempo, ya que estos hombres muy madrugadores van en busca de trabajo día a día, con sol o lluvia, en vaciante o no, con su principal herramienta de trabajo: su fuerza y maña, así como su tónico (trago) más conocido como chuchurrín. A estos personajes se les puede observar en los puertos de nuestra ciudad acarreando artículos de todo tipo y productos de pan llevar, cargan y descargan sin parar todo tipo de mercaderías: alimentos, sacos de cemento, etc. Los sacos (50 kg.); algunos pueden llegar hasta 4 sacas, es decir ¡¡200 kilos!!…Para que se hagan una idea, según la norma de la OIT; el peso máximo que los trabajadores pueden manipular manualmente es de 25 kg. y es que los sacos en los países industrializados ya están estandarizados a esa medida. Por otra parte, es cierto que los “Chaucheros” hacen un trabajo penoso durante muchas horas al día para ganar muy poca plata. Es una pena, pero esa es la realidad de los puertos informales de nuestra ciudad. Son personas increíblemente “fuertes” que les suceden acontecimientos duros, muy duros, y merecen más atención de la autoridad competente. Generalmente esperan la llegada de alguna embarcación para unirse a la fila de trabajadores en los puertos informales, con la esperanza de ser contratados y ganar así algún pequeño jornal. Usualmente son personas de los barrios pobres cercanos a los puertos, que en muchas ocasiones tienen que compaginar los trabajos portuarios con la pesca para poder sobrevivir.

Los “Chaucheros” de nuestra ciudad poseen un modo de división del trabajo rotativo poco común que hace que ninguna persona trabaje en promedio más horas que el resto. Hasta que toda la plantilla no ha tenido un turno no se inicia de nuevo la rueda de turnos. Se trata de una forma de distribución del trabajo de forma igualitaria ante la irregularidad e impredecibilidad de mucho tráfico fluvial en nuestros puertos. Decenas de toneladas sobrepasan sus cabezas diariamente; cualquier pequeño error puede ser fatal y terminar en una tragedia. Los salarios de media rondan entre los S/. 40 y S/. 50 soles diarios, esto varía en función de la productividad. El manejo de mercancías portuarias en nuestra ciudad es un trabajo a destajo: tantos bultos descargas, tantos soles. De esta forma, la remuneración está muy condicionada por el volumen de tráfico en cada puerto y por las fluctuaciones propias del comercio de la región. Por otra parte, habría que destacar el alto grado de cualificación y especialización de las plantillas de “Chaucheros” cuya productividad se traduce en amplios índices de rentabilidad para las empresas del gremio naviero. Que son los que manejan la cadena logística entre las ciudades de Pucallpa, Yurimaguas, y la ciudad de Iquitos, se estima que existe actualmente entre embarcaciones chicas y grandes, alrededor de 900 naves en Loreto.

Los “Chaucheros” de Iquitos idearon una forma de proteger a sus familias frente a los muchos accidentes fatales que sucedían antiguamente. No era raro que muriesen trabajadores en accidentes laborales o sufriesen percances que, sin ser fatales, se traducían en incapacidad para desarrollar trabajo alguno en medio de la informalidad que laboran; donde los seguros, las pensiones y los subsidios son inexistentes. En el contexto de una sociedad tremendamente patriarcal, en la que generalmente el único sustento de las familias es el trabajo que desarrollan estos hombres, la única forma de garantizar un ingreso pasaba por auto otorgarse el derecho de que los hijos relevaran a sus padres fallecidos en el puesto de trabajo. Este mecanismo es durante mucho tiempo una suerte de seguro de vida, una forma de no caer en la quiebra familiar absoluta. También, una forma de solidaridad y apoyo mutuo frente a la desgracia de la muerte de un compañero de trabajo que, sin este derecho, dejaba tras de sí a toda una familia sin ingreso alguno. Esta es la razón por la cual se les suele acusar de nepotismo, pero es lo contrario, los “Chaucheros” lo definen como una reminiscencia de solidaridad obrera frente a la habitual falta de seguridad y derechos laborales en la que desempeñan su trabajo a causa de la informalidad del negocio de transporte de carga por parte de los empresarios de este rubro. Ya que tenemos normas laborales, dispositivos legales que no se cumplen para ellos.

La actividad laboral de los “Chaucheros”, está considerada un trabajo peligroso, insalubre y estresante, ya que las condiciones del trabajo casi siempre no son buenas, los accidentes son comunes. Cargar y descargar lanchas exige ciertas condiciones particulares. La actividad de la estiba no siempre gozó de condiciones de trabajo indignas. Si bien el oficio es tan antiguo como la navegación fluvial, las referencias actuales hablan de unas condiciones de precariedad, jornales de miseria, peligrosidad y dureza extrema, junto a una absoluta incertidumbre e informalidad laboral. En Iquitos la primera cofradía de cargadores (Chaucheros) data de 1893, aunque la tradición de la estiba es más antigua que el propio puerto de nuestra ciudad. Antes de que hubiese muelles, los entonces bateleros cargaban y descargaban las embarcaciones únicamente con su propia fuerza. Hasta mediados del siglo pasado era posible ver a los estibadores, descargando de las barcazas: madera, plátano o cemento, que después cargan cuesta arriba, hasta los camiones. Es ahí cuando los “Chaucheros” atraen las miradas curiosas de los paseantes, pero nadie habla de sus condiciones laborales ni mucho menos las censura porque la estiba es, como ha sido siempre, sinónimo de miseria. Un jornal escaso e incierto, que sólo llega cuando arriban barcos y barcazas. Y esto siempre y cuando ese día te escoja el capataz. Frente a él se arremolinan los hombres, a veces pisándose unos a otros. Desde años atrás se ha tratado de atender esta problemática y esquivos gobiernos regionales y municipales la han desatendido.

Para entender la realidad laboral de los “Chucheros”, irremediablemente debo referirme a los empresarios navieros de nuestra región. Quienes desde la época del caucho se esforzaron por controlar el transporte fluvial, el cual era crucial para el éxito de sus actividades comerciales. Pero sin embargo, a principios de la década del 60’, el sector naviero experimentó una severa crisis debido a la escasez de carga y pasajeros. Para enfrentar esta crisis, en el año 1963, don Joaquín Abensur Araujo convocó a los armadores y fundó La Sociedad de Armadores de Loreto; convirtiéndose en el primer gremio de los empresarios fluviales de Loreto. Este gremio solicitó a las autoridades de puerto de Iquitos que se estableciera e hiciera cumplir un sistema de turnos para la carga y descarga de navíos, y la distribución de cuotas de carga proporcionales al tonelaje de las embarcaciones en operación. Esta situación comenzó a cambiar en 1968 con el inicio de la construcción del aeropuerto Secada Vignetta (Iquitos), que requería, del transporte de grandes volúmenes de grava y cemento desde Pucallpa. Y a consecuencia del descubrimiento y la consiguiente fiebre del petróleo en 1971, la demanda del transporte fluvial creció aún más (Fuente : Rumrrill y Zuter 1976).

Esta coyuntura hizo que el sector naviero se hiciera atractivo para aquellos nuevos empresarios que se capitalizaron mediante el comercio de importación y exportación. Casi simultáneamente, los más exitosos comenzaron a invertir en compra de embarcaciones. Como resultado la flota fluvial de Iquitos creció de 192 a 586 embarcaciones para el año 1988, en solo 20 años (110 motonaves, 202 remolcadores, 173 barcazas, 101 albarengas); fuente INEI. Este fue el momento en que la nueva generación de empresarios navieros alcanzaron su punto de máxima expansión. Y es que la flota de la región Loreto estaba dedicada a servir principalmente a la empresa petrolera y el sector exportador, transportando materias primas, maquinaria, madera y petróleo. El sector naviero se volvió extremadamente dependiente del comportamiento de la industria maderera y petrolera. Por eso cuando el auge del petróleo llegó a su terminó (1989), el sector naviero entró en recesión y volvieron a disminuir las embarcaciones. La reducción más notoria se dió en el número de barcazas dedicadas al transporte de carga pesada (Fuente : Frontera Domesticada; Fernando Santos y Frederica Barclay).

En la actualidad, la ciudad de Iquitos cuenta con el puerto de ENAPU y pese a tener años de funcionamiento, como ya comenté, los puertos más utilizados son los de Masusa y Productores; a pesar que estos dos últimos son informales; y en el colmo de la informalidad los miembros de el “Gremio de navieros”, piden que la “Autoridad Portuaria Nacional” agilice el trámite para el funcionamiento debidamente formalizado de un sin número de “Embarcaderos Alternos al Puerto de Iquitos” (que son de propiedad de los empresarios navieros); los cuales en realidad generarían mayor informalidad y serían un auténtico desastre y un peligro para la seguridad de los usuarios. Es por eso, que resulta de suma importancia que dentro del marco del entendimiento, y de la visión de que Loreto goce de los beneficios del corredor IIRSA – Amazonas, se hace necesario atender este sector y de la mano los temas y servicios portuarios. Caso contrario, solo los veremos transitar por nuestra región. Las actuales autoridades deberían tener una visión y planes de acción más retadores con cara a este problema; y podrían convertir a Iquitos en ese HUB (Centro Logístico de Distribución), de la Amazonia. Por ello considero indispensable invocar al diálogo y al trabajo articulado.

Quisiera finalizar este articulo reiterando que las personas que realizan la actividad de estiva en nuestra Amazonía, donde aquí se les llama “Chaucheros”, existen en el mundo entero; en Italia se les llama “scaricatori” en Inglaterra “dockers” y en Australia “wharfies”. En Liverpool, este modelo de trabajo temporal es todavía recordado como “The Evil” (el mal). En este sector, aunque nos resulte insólito, el empleador tiene una libertad de contratación total que le permite reducir salarios y discriminar por edad, religión o simple favoritismo. Pero tengan la seguridad que en ninguna parte del mundo civilizado, en pleno siglo XXI, existe tanta informalidad y permisibilidad de parte de la autoridad competente como en nuestra ciudad, donde esta : la Capitanía de Puerto, Autoridad Portuaria Nacional, SUNAFIL, GOREL, Municipalidades, etc, etc; que se hacen de la vista gorda ante tanta injusticia, debiendo efectuar a fondo una revisión de las normas del sector y de corresponder, proceder a la actualización de los procedimientos, reglamentos y hasta el TUPA respectivo, que apunten a dinamizar el servicio de transporte fluvial, FORMAL y en condiciones mínimas de respeto a los ciudadanos amazónicos, sean pasajeros o trabajadores de este sector. Que tengan un seguro, remuneraciones acordes con la normatividad vigente, etc. Concluyo este artículo preguntándome, dicen que el trabajo duro nunca ha matado a nadie, pero: ¿alguno de nosotros se arriesgaría a realizar este tipo de labor?