Luego que los acciopopulistas se pelearan por mantenerse en el manejo de la Municipalidad Provincial de Maynas a medianos de 1983 los apristas tomaron la inteligente decisión de apoyar con todo el aparato partidario al ingeniero Rony Valera Suárez, entonces visto como un técnico despercudido de los vicios que ya se percibía en algunos compañeros. Además Valera Suárez había perdido por estrecho margen la elección pasada y se colgaba de la naciente pero creciente popularidad de Alan García Pérez que por esos años iniciaba su camino a la “reelección vitalicia”.
Lo cierto es que en 1984 Maynas albergaba en la Municipalidad al aprista Rony Valera y todos los compañeros de su entorno y también opositores a su presencia en el partido fundado por Víctor Raúl Haya de la Torre. El alcalde aprista administró el Municipio con todos los avatares de una propuesta nacional que se ve con esperanza y no exento de los líos internos que tenía en ese entonces al diputado Orison Pardo Mattos como su principal contrincante. Los roniristas y pardistas tenían sus propios representantes en el Municipio y luego esa pugna se trasladaría a CORDELOR con el ingreso de los compañeros a la administración regional. Se podría decir que Rony Valera tuvo una gestión mediana que supo coordinar con otras instituciones mejoras presupuestales. A él se debe –según los analistas de la época- la distribución municipal del canon petrolero que fue un respiro financiero para las administraciones ediles que hasta hoy se percibe.
El segundo aprista que ingresó en la década del 80 del siglo pasado a la Alcaldía de Maynas fue el ingeniero farmacéutico Máximo Ruperto Meléndez Cárdenas. Un aprista de abolengo y creyente fervoroso que más podía (y tenía) que dar el hombre al partido que esperar que la agrupación hiciera algo por el hombre. No se aprovechó –por lo menos no con ribetes de escándalo- del cargo y salió del cargo con los mismos atuendos con los que había ingresado. Su carácter irascible y disposición a la imposición de decisiones le valieron grandes líos dentro y fuera del municipio. El regidor izquierdista Iván Rengifo García era quien le hacía perder la paciencia lasa veces que deseaba en las sesiones de Concejo. Esas sesiones realizadas en la salón de actos “Ramón Castilla” eran un ejercicio de tolerancia solo interrumpidas por las impertinencias de Rengifo que ya sabía el talón de Aquiles del profesor de aula que en base a esfuerzo y dedicación llegó a ocupar el sillón de Alcalde. Como siempre sucede, la gente de su entorno y alrededores era blanco de acusaciones diversas sobre la entrega de obras públicas y contratación de bienes y servicios.
Luego de varios años el APRA volvió a ganar las elecciones con Juan Carlos de Aguila Cárdenas como candidato invitado. Ganó el aprismo pero no gobernó. Lo hizo, en todo caso, a medias. Es decir, los escándalos de corrupción se atribuían a unos y los de buena gestión a otros, según el cristal del interlocutor. No fue propiamente una administración aprista sino de amigos de éstos que, a veces, son peores.